Es importante recordar que esta icónica producción del Grupo Chaski es una película clave en nuestra cinematografía y actualmente está teniendo una segunda vida en salas de cine cuarenta años después de su estreno original. Lamentablemente, como es clásico en el cine peruano, este reestreno no es una noticia que ha llegado a oídos de todos.
En Gregorio veremos la historia de una familia que se muda de la sierra a la capital para encontrar mejores oportunidades. Uno de sus integrantes es Gregorio, un niño que visita Lima por primera vez y hará todo lo posible para salir adelante. Sin embargo, será la inmensa ciudad y todos sus vicios lo que podrá cambiar su vida y percepción del mundo para siempre.
Obviamente, si de algo debemos mencionar en primer lugar es la restauración de la cinta. Tuve la oportunidad de ver esta película hace casi diez años y quienes, como yo, la vieron en casa no podrán mentir al decir que la calidad no era precisamente la mejor, un mal bastante común que afecta a las películas peruanas de los 90 o más antiguas. Con esta restauración, el revisionado se siente como si se viera por primera vez. Y eso no es solo por la nitidez de las imágenes y la claridad de sonido, sino también por todos esos detalles que uno capta con mayor facilidad.
Lo que el Grupo Chaski quiso hacer aquí es analizar, desde la perspectiva de un niño, los cambios que fueron marcando al país por esos años. Con el fenómeno de la migración tomando fuerza a causa de toda una serie de factores que nos siguen aquejando hasta la actualidad, es a través de su montaje y el manejo de la cámara que nos iremos percatando de los fuertes contrastes que forman el Perú. Desde la calma de la naturaleza en la sierra, hasta el ruido que se forma producto del trajín en la ciudad, el viaje de Gregorio consiste en sumergirse en lo desconocido e intentar no ser llevado por una corriente tan caótica como es la vida urbana.
Los cambios que el niño vivirá serán tanto geográficos como emocionales. Acá es importante aclarar que lo que menos busca la película es ser condescendiente con el protagonista o quienes lo rodean. La cuestión es mucho más compleja, ya que tampoco se puede pensar en la existencia de un antagonista como tal, teniendo una clásica narrativa de ricos contra pobres. Lo que más bien encontramos es algo cercano al documental, dando la impresión de que Gregorio es una persona real que es seguida por un equipo de filmación al que le da declaraciones frente a cámara de vez en cuando. Es de ese modo que se pone en evidencia, con mayor crudeza, la formación de esas grietas sociales que la gran movilización del campo a la ciudad produjo.
Asimismo, considero un gran cierto que, salvo por los niños que conoce en la calle, donde seguro alguno también es hijo de migrantes, las personas que habitan en la capital sean solo una gran masa de gente que observa, entre la condena y la indiferencia, el accionar de quienes ellos creen que “no pertenecen” ahí. Por último, es importante mencionar la potente actuación de Marino León. Su desenvolvimiento como protagonista hace que su encarnación de Gregorio sea tridimensional y acorde a ese lado realista que los cineastas proponen.
En conclusión, volver a ver Gregorio me hace reconfirmar lo valiosa que es dentro de nuestro cine. Con influencias de un movimiento cinematográfico importante como es el neorrealismo Italiano o el trabajo de cineastas como François Truffaut o Charles Chaplin, lo que tenemos aquí es un registro clave de nuestra historia reciente. En sus casi 90 minutos de duración, podemos ver un filme con un evidente compromiso social. No obstante, reducirlo únicamente a eso sería subestimarlo, ya que, lejos de querer quedarse con el mensaje fácil, es por sus situaciones cotidianas que busca generar toda clase de preguntas que dotan a esta obra de una complejidad y estilo que dejó una huella que vemos hasta el día de hoy.
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