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«Furiosa: A Mad Max Saga» (2024): tras el origen de la revolución

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Es curioso que una saga tan hiper masculina (y por ratos, bastante parca) como Mad Max, pueda volverse el modelo a seguir del blockbuster inteligente, una propuesta que irrumpe violentamente en la mente de la audiencia y que se exige de más con cada escena. A su modo, Mad Max funciona como blockbuster innovador en tanto construye un universo radical y de amplia disrupción, con una maraña de personajes abyectos, con cuerpos distorsionados y en estado de éxtasis, con una puesta en escena que provoca distintos debates políticos y demás indignaciones en la audiencia. Y, como remate, la saga deja a relucir un estilo cuasi rockero y bastante épico, de grandes ambiciones: una persecución permanente en Mad Max: Fury Road, y una guerra frontal entre opresores y opresores (con los oprimidos como peones en la batalla) en Furiosa: A Mad Max Saga, la historia del origen de Imperator Furiosa y la causa de su revolución, la liberación de las mujeres de Inmortan Joe y el regreso a una tierra sostenible. La película, violenta narración de su auge y caída en desgracia, ofrece una mirada frontal a las formas de resistencia en una sociedad híper patriarcal y desquiciada, y reinventa los páramos del desierto australiano para embellecer el apocalipsis una vez más y reafirmar el potencial del cine mainstream

Furiosa comienza en esta suerte de comunidad idílica feminista, un oasis en pleno desierto (literalmente), que está al acecho de distintos colonizadores. Dos de ellos se llevan a Furiosa, todavía de niña, y se la entregan a una suerte de caudillo y renegado político, Demetrius, quien decide tomarla como su protegida luego de asesinar a su madre. Este es el máximo esfuerzo de Furiosa por seguir una historia convencional. Más adelante, la película mantendrá una narrativa fragmentada, casi en espiral, que explota distintas condiciones de violencia y opresión enfrentadas a la protagonista. Furiosa funciona como una mujer-máquina, de emociones limitadas, infinita capacidad de resolver problemas y distintas herramientas y saberes que aplica instantáneamente, en un intento desesperado por sobrevivir a la vorágine de tormentos, hambruna y pugnas de poder en medio de La Ciudadela. 

Debemos reconocer que, en el fondo, Furiosa no parece decirnos nada particularmente nuevo, nada que no sabíamos (o intuíamos) de la primera película. Es cierto que la película busca alejarse de Fury Road en cuanto estilo e historia, pero, por ratos, cuesta hallar siempre el valor como película en sí misma, y no como parte de la saga. Irónicamente, Furiosa regresa a Fury Road en los créditos finales, como para dejar a la audiencia satisfecha con lo narrado. No es el mejor indicio para una secuela que, en vez de forzarnos a repensar a la historia original, parece por ratos replicar la forma de éxito y aferrarse al pasado. Eso no quiere decir que la experiencia de ver Furiosa no valga la pena. El espectáculo visual de Miller cambia en un punto muy particular frente a Fury Road: en vez de una sola secuencia a lo largo de la película, Furiosa funciona a partir de capítulos épicos, sube y baja la intensidad, juega con distintos ritmos de narración, ofrece mini climaxes y nuevas tribulaciones. Lejos de conformarse bajo el mismo paquete de acción desquiciada, la película se reta a sí misma, se reinventa no tanto en lo que dice, sino cómo lo dice: una persecución en el desierto da paso a una serie de trifulcas políticas y una tensa negociación en La Ciudadela; el escape de la heroína contrasta con el asalto al camión de gasolina, la intimidad con los personajes de confianza y la intensidad de las escenas de tortura. 

Furiosa logra expandir la estética heavy-metal apocalíptica y las cuestiones corporales de la primera película, distorsionando una vez más nuestro sentido común sobre los cuerpos humanos, ofreciendo distintos cuerpos transgresores y marginalizados, y retornando a la idea del control de los cuerpos femeninos como punto vital de la sociedad. Esto le permite a Miller y a su equipo reimaginarse la relación entre unos y otros en el contexto de hambruna y desesperación, regresar a los orígenes circenses del cine, concebirlo como un espectáculo de maravillas bizarras y trucos llevados a la gran pantalla. A diferencia de la primera película, aquí se recurre a un bombástico espectáculo de CGI, que pasa la valla gracias a la creación de escenas memorables, y la cámara inquieta de Miller, que embellece aún más el caos: la cámara constantemente suele levitar entre los personajes, apelando a los travellings para garantizar la inmersión de la audiencia; de vez en cuando, se recurre a violentos zooms in, que enfocan directamente el rostro maniático de un personaje, capturando de manera astuta el punto de éxtasis. 

Pero, técnica aparte, lo que más me sorprende de Furiosa es la elección de numerosas imágenes católicas a lo largo del metraje. No es del todo claro cuál es la intención del subtexto religioso en el film de George Miller, y qué le lleva a vincular su fábula postapocalíptica con distintas referencias a la cristiandad, en una suerte de violenta dialéctica entre cielo e infierno, lo puro y lo brutal. No es que Miller siempre conciba sus imágenes con un fin aparente, y que haya que encontrarles más un propósito a muchas de sus composiciones. A veces, parece que están allí porque pueden estarlo y punto. Su presencia, eso sí, es innegable. En una de las primeras escenas (y de las más memorables), la madre de Furiosa es crucificada por intentar rescatar a su hija. La escena, con la mujer colgada en la cruz sobre la montaña, filmada con ángulos picados y contrapicados y distintos filtros de colores, recuerda más a una de las escenas monumentales de una película bíblica: no parece salida de una distopía de ciencia ficción. 

En ese mismo capítulo, la joven Furiosa (Anya Taylor-Joy) es concebida como una suerte de figura virginal, con un manto blanco cubriéndole la cabeza y el cuerpo, con el pelo recogido hacia atrás, la tez pálida y el semblante tímido y silente, como una recreación de la imagen tradicional de una Virgen adolescente, imagen constante. Inmortan Joe y el gobernador a su cargo actúan como procuradores romanos en Judea, con infinito control sobre la vida y la muerte de los esclavos a su cargo y cierto deleite ante el derroche de poder y riqueza en el que viven. Los desvaríos de Demetrius (Chris Hemsworth) parecen las prédicas desesperadas de un falso profeta poseído en medio del desierto, el cual, en el film, se asemeja al árido paisaje palestino de la época de Cristo. La relación entre Furiosa y Jack, su custodio, si bien íntima y honesta, está desprovista de todo erotismo, concebida de forma virginal, sin ningún ápice de sensualidad entre ambos.

Puede que, hasta cierto punto, Miller se esté apropiando convenientemente de un mito fundacional para darle sentido al suyo. Si en Fury Road la historia se apoyaba en una suerte de discurso anticolonialista llevado a la hipérbole de la violencia, tiene sentido que Furiosa, como origin story del personaje principal, recurra a referencias bíblicas, se haga con la historia de origen más famosa en el canon occidental para así contar la propia. Así como el discurso poscolonial y anti extractivista habitaba con fuerza entre los personajes y locaciones de Fury Road, las parábolas religiosas interpelan a los personajes en constantes pasajes y tensiones del film, desde la necesidad de venganza versus el perdón, hasta la prédica esperanzadora de los distintos personajes, incluyendo Furiosa. Aquí, otro de los curiosos intentos de subvertir narrativas tradicionales desde la mirada femenina (y en parte feminista): Miller elige recrear la historia de Cristo desde la perspectiva de una mujer, jugando con las nociones de pureza y peligro, apropiándose de la disrupción que produce Furiosa y su rebeldía. Las referencias religiosas se entrecruzan con una suerte de enunciación feminista, y otras referencias a épicas grecorromanas (con Caballo de Troya incluido). Atrevido, el pastiche histórico de Miller juega con las expectativas comunes del espacio-tiempo de la audiencia, y mantiene un lenguaje alegórico que vincula arbitrariamente distintas creencias, un menjunje de símbolos y filosofías forzados entre sí. 

La idea final de regeneración permanente va por esa misma línea: usar al odio y la venganza como fuerza productiva, como energía que da vida en un contexto de escasez. Este y otros mensajes andan sueltos por Furiosa, que no termina de sugestionar con lo que dice, pero al menos lo dice de la forma más cool. Tiene mucho estilo, ruge sin restricciones, impone su presencia. Se hace notar. Insinúa que los límites del cine comercial todavía no están rotos, aunque su propuesta sea más conservadora de lo que parece.

Esta entrada fue modificada por última vez en 13 de junio de 2024 10:55

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