Acá conoceremos el origen de todo, el primer día en que las letales criaturas con oídos ultrasónicos llegaron a la tierra, con la diferencia de que antes de ir al campo, estaremos en la ciudad de Nueva York. Ahí, una mujer llamada Sam trata de sobrevivir a la invasión, conociendo a alguien en el camino que la ayudará a sobrellevar esto.
Si había algo que me motivaba a ver esta película era saber quién estaba detrás de cámaras. John Krasinski deja la silla de director, luego de haber hecho las dos anteriores que estaban muy bien, para que ahora el encargado de dirigir sea Michael Sarnoski. Es muy probable que este nombre sea completamente nuevo para casi todos, pero estoy seguro de que no debo ser el único que allá por el 2021 vio Pig, esa muy interesante película protagonizada por Nicolas Cage. Ahora, Sarnoski da ese alto al mainstream y si algo me da gusto de este nuevo paso es que la transición no ha sido una tan brusca, al menos lo suficiente como para todavía saber que estamos viendo el trabajo de alguien que busca seguir la línea de lo hecho en su ópera prima.
Una grata sorpresa que me llevé al ver los créditos es que Sarnoski no solo dirige esta precuela, sino que también la escribe, con Krasinski apoyándolo en el concepto. Si destaco eso es porque ya ahí se demuestra las ganas que hay por hacer que la propuesta sea realmente suya y no tenga esa obligación de dar vueltas en lo que ya se sabe de entregas pasadas, más allá de sus reglas básicas. En esta precuela, la ciudad juega un rol clave, ya que se vuelve un riesgo constante para su protagonista a la que esto le llega en el peor momento.
Sam padece de cáncer, encontrándose en una etapa en la que parece que toda esperanza está perdida. Es a partir de esa idea que el guion hace un juego de opuestos sobre quién desciende y quién asciende. Mientras Sam siente que su mundo acaba, es durante la llegada de lo que podría ser una suerte de apocalipsis que conoce a Eric, alguien que parece tener todavía una vida por delante. Cuando la cinta los junta, se nota que ese afán por sobrevivir deviene en una misión en la que uno ayuda a que el otro cumpla su objetivo, con Eric accediendo a cumplir lo que podría el último deseo de Sam al emprender su viaje hacia un lugar en específico.
Las películas de Krasinski tenían un mayor enfoque en la familia, siendo ese motor para la supervivencia sin importar qué tan adverso sea el panorama, reconociendo que si hay que quedarse atrás para que otros avancen, la humanidad prevalece. Sarnoski toma también esa idea, con la diferencia de que en lugar de ser algo colectivo, ahora se enfoca en lo personal, en esa preocupación que hay en entender el valor que la vida de uno tiene. Aunque el beneficio sea mutuo, considero que si eso se da es porque primero ambos personajes reconocen cuál es su lugar dentro de esta tragedia global y es cuando toman consciencia de ello que el ciclo de la vida sigue su curso. De nuevo, ascenso y al descenso, algo que la película simboliza bien con el agua como uno de sus elementos centrales.
Y a pesar de querer indagar en la condición humana y lo desechables que somos, Un lugar en silencio: dia uno (A Quiet Place: Day One) no olvida que es una película de terror y es en ese lado que podría tambalear un poco, aunque sin nunca llegar a caerse. Sarnoski no hace un mal trabajo al momento de mantener tensa a la audiencia, moviendo la cámara lo suficiente como para estar atentos al peligro latente. Si volvemos a las comparaciones con su película anterior, al igual que en esa, se nota una buena labor al momento de construir atmósferas enrarecidas partiendo desde lugares mundanos. Si a eso se le suma criaturas espaciales, se tiene un correcto terror de ciencia ficción.
De todas formas esta se queda un paso atrás si lo comparamos al suspenso excelentemente trabajado por Krasinski, que podía lograr prolongadas secuencias de silencio total y estremecer en todo momento. Por último, hubiera sido bueno tener un poco más de tiempo para conocer a los personajes. Puede ser el guion o tal vez la abismal diferencia actoral entre Lupita Nyong’o y Joseph Quinn, con la primera siendo mejor que el segundo, pero definitivamente al terminar sí te deja la sensación de que pudo haber una mejor química.
En conclusión, Un lugar en silencio: día uno es, para sorpresa de muchos, una buena película. Resulta agradable ver que vaya más por el lado de Niños del hombre (Children of Men) de Alfonso Cuarón o la versión de Steven Spielberg de Guerra de los mundos (War of the Worlds) que de un blockbuster apocalíptico genérico que los avances vendían. Aquí cada vida que se pierde o se preserva vale bastante y es esa humanidad, que pasa previamente por una introspección personal, lo que le suma a su narrativa que, lejos de ser excelsa, cumple sin caer en el aburrimiento. Sin duda, seguiremos a la expectativa de lo que hará Michael Sarnoski a futuro y esperemos que vuelva con otra idea igual de original que su ópera prima, porque obvio tampoco sería bueno verlo siempre en proyectos así.
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