«Tipos de gentileza» (Yorgos Lanthimos, 2024): cuentos inmorales

kind of kindness

Yorgos Lanthimos, el enfant terrible del momento, no parece temerle al éxito ni al fracaso, ni siquiera al mismo miedo. Las historias que componen el tríptico absurdista de Tipos de gentileza (Kind of Kindness, 2024) así lo confirman. En lo que puede considerarse como un grueso dedo medio hacia su congraciamiento con el establishment gringo tras La favorita (2018) y Pobres criaturas (2023), el noveno largometraje del griego pisa el acelerador de la comedia negra, la repulsión gráfica y la inmoralidad para regresar a su etapa más experimental y perversa previa a su salto a la fama mundial, pero sin prescindir de un reparto de prestigio internacional que incluye a la ya consagrada Emma Stone. Aunque de consistencia irregular y de sabor insípido hacia el final, Tipos de gentileza es una experiencia impostergable por lo impredecibles y delirantes que resultan sus dos primeras historias y por el contorsionismo psicológico de sus estrellas, especialmente el de Jesse Plemons.

Dicho anhelo de redención es precisamente la fuerza que mueve a los protagonistas de las tres historias. En la primera, un hombre de negocios (Plemons) decide cortar la relación tóxica con su jefe y amante (Willem Dafoe) solo para que en cuestión de días se arrepienta y le suplique regresar al juego de retos perversos que el segundo le exigía como prueba de fidelidad. En la segunda, un policía (Plemons) recupera a su pareja recientemente desaparecida (Stone) pero, ante su creciente sospecha de que en realidad es una usurpadora, decide desenmascararla mediante una serie de peticiones demenciales. En la tercera, una mujer (Stone) se debate entre el amor por su hija y su pertenencia a una secta para la debe encontrar a una mujer de características específicas que también sea capaz de resucitar a los muertos. 

Aunque el único hilo conductor de los tres episodios es el personaje secundario denominado R.M.F., hay muchos otros elementos comunes que justifican la yuxtaposición de estas historias aisladas en una sola película. Entre estos destacan los sueños, representados en un blanco y negro que recuedan a los espléndidos segmentos de transición de Pobres criaturas; la pérdida de peso, que también funge de metacomentario malicioso respecto a la transformación física de Jesse Plemons; los esguinces de pie, algunos menos accidentales que otros; y el dominio emocional que una persona puede ejercer sobre otra. Esto último se desarrolla en conjunción con la búsqueda de redención de los protagonistas, y es que las misiones desorbitadas que estos persiguen dependen del control y la aprobación de otros. 

En ese sentido, la película se comporta como una adaptación de los versos principales de la canción Sweet Dreams (Are Made of These): “Algunos de ellos quieren usarte. Algunos de ellos quieren ser usados por ti. Algunos de ellos quieren abusar de ti. Algunos de ellos quieren ser abusados”. Mientras que en la primera historia Robert deja que su jefe Raymond dicte su quehacer diario, en la segunda Liz acepta los pedidos perversos de su esposo Daniel, y ya en la tercera Emily se somete a las exigencias del líder de su secta. Aunque es inevitable considerar a los primeros como víctimas de los segundos, lo cierto es que ambos grupos se regocijan en un mismo placer perverso. De ahí que la inclusión del himno de Eurythmics en la película represente algo más que un golpe de nostalgia para su audiencia. 

Tipos de gentileza supone el regreso de Lanthimos a un contexto más bien contemporáneo tras navegar por trasfondos históricos y surrealistas del pasado. Aunque sus historias no son menos inverosímiles o fantasiosas, las acciones y conductas perversas e impredecibles de sus personajes son más impactantes por estar enmarcadas en nuestro tiempo. Mientras que la ninfomanía de la protagonista de Pobre criaturas puede resultar exagerada e hilarante al provenir de un ser experimental en un mundo retrofuturista, las necesidades y agresiones sexuales de los personajes de este filme son más incómodas porque es más difícil tomar distancia de estos. Este aspecto es evocativo de Dogtooth (2009), la obra cumbre de Lanthimos en la que el incesto entre hermanos es incentivado por el propio padre. Como en aquel filme, solo el sentido del humor más negro permite que estos actos se disfruten sin mayor remordimiento.

A diferencia de su predecesora minimalista, esta nueva cinta complementa su narrativa demencial con atributos audiovisuales vibrantes que resaltan su condición de coproducción hollywoodense. Los espacios urbanos y domésticos más bien ordinarios de esta película no suponen un límite para la fotografía del irlandés Robbie Ryan, responsable del aspecto memorable de La favorita y Pobres criaturas. Aquí no regresan las visiones distorsionadas del lente de ojo de pez, pero en su lugar encontramos encuadres audaces como los de la oficina de Plemons en el primer episodio o el del beso entre Dafoe y Stone en el tercero. La cámara móvil de Ryan también se acerca y sigue de cerca a los personajes mientras se desplazan por largos pasillos interiores que recuerdan a los de El resplandor (1980). Otro aspecto que evoca  la obra magna de Kubrick es la banda sonora, especialmente el espeluznante cántico que parece manifestar la conciencia de los personajes en sus mayores momentos de vulnerabilidad moral con un prolongado y estruendoso “no”.              

El premio a mejor actor para Jesse Plemons en el último Festival de Cannes es el mejor indicador de la calidad de sus diferentes interpretaciones en este filme. Es sobre todo en las dos primeras historias que el intérprete estadounidense destaca por su capacidad de pasar de la pasividad y el ridículo de un donnadie al desequilibrio y violencia de un potencial asesino. La ya oscarizada Emma Stone se desempeña satisfactoriamente en tres roles que sin embargo no serían suficientes para justificar una nueva nominación consecutiva, aunque esto sea un mayor reflejo de las limitaciones del guion. Aparte de las contribuciones mínimas pero siempre notables de Willem Dafoe, especialmente como el impasible Raymond del primer episodio, hay que destacar las participaciones secundarias de Hong Chau y Margaret Qualley. Debido a la variedad de roles que el mismo reparto debe interpretar entre las tres historias, Tipos de gentileza también supone un reto dramatúrgico digno de admirar.

Esta última entrega del realizador griego puede resultar burda e indigesta para quienes no estén acostumbrados a su sensibilidad y humor crudos, o quienes hayan creído que no podía superar la osadía de sus últimas dos cintas comerciales. Sus seguidores pueden estar tranquilos de que el buen Lanthimos no se ha vendido al paladar hollywoodense, y que más bien es el segundo el que se está abriendo a visiones incrementalmente arriesgadas. Personalmente considero que la historias van de más a menos, siendo la tercera la más floja incluso en el plano cómico, pero la potencia de las dos primeras lo compensa. Pese a la distancia de la ficción, es perturbador que podamos identificarnos con personajes como los de la filmografía de Lanthimos que activamente buscan transgredir los límites de la moralidad. Pero es precisamente en los sueños y en las películas donde podemos permitirnos aislarnos de la realidad y disfrutar libremente de dichos escenarios prohibidos. ¿Quién soy yo para negarlo?  

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