“MaXXXine” (2024), de Ti West: ficción pulposa 

maxxxine

El tercer episodio de la saga de terror vintage dirigida, escrita y producida por Ti West, corrobora el incremento de visiones incómodas y arriesgadas en Hollywood como no ocurría desde aquel periodo de experimentación entre finales de los 60 y principios de los 80. No sorprende que este mismo periodo sirva de inspiración y ambientación a un proyecto que mezcla el sexo y la violencia como si fuera un título de serie B de antaño. Lo que sí sorprende es que sus dos primeras entregas hayan causado suficiente revuelo para que la británica Mia Goth logre una consagración paradójicamente impensable para sus dos alter egos cinematográficos, la desquiciada Pearl y la traumatizada Maxine. Tras una notable interpretación de la primera en Pearl (2022), Goth aquí asume el reto de convertir a la superviviente de la masacre de X (2022) en una heroína subterránea capaz de enfrentar a sus demonios internos, a un asesino en serie y al monstruo de la industria hollywoodense. Al igual que la precuela, MaXXXine es un thriller perversamente entretenido que puede apreciarse independientemente de la película original.

En ese sentido, su premisa ni siquiera requiere mencionar los eventos de las anteriores. Basta con decir que esta es la historia de Maxine Minx, una actriz pornográfica que decide dar el imposible salto a Hollywood a través del casting para una secuela de terror. Lo hace en medio de un contexto ochentero altamente peligroso en Los Ángeles, donde merodean asesinos en serie como “el acosador nocturno”. Aunque la suerte logra sonreírle en el ámbito laboral, el peligro no tarda en asomarse en la vida de Maxine luego de que dos colegas suyas son brutalmente asesinadas y ella empieza a ser perseguida por un misterioso detective privado (Kevin Bacon). Decidida a defenderse y a hacer suyo el mantra de su padre (“No aceptaré una vida que no merezco”), Maxine busca deshacerse de su trauma del pasado y aferrarse al sueño de convertirse en una estrella de cine. 

MaXXXine por sí sola representa un intento ambicioso por recuperar el estilo y tono del neo-noir, un subgénero cada día más ausente en el cine estadounidense. Su escenificación predominantemente nocturna destaca la presencia de carteles de neón y pantallas de televisión en vitrinas que enfatizan el contexto cultural ochentero y aportan una iluminación de fondo consistente con el misterio y tensión de la trama. Hay planos diurnos que también refuerzan esta atmósfera de tensión como los de la persecución de Maxine a través de los sets de rodaje de Universal incluyendo el mítico Bates Motel de Psicosis (1960). A diferencia de sus predecesoras, películas de terror slasher que incorporan géneros secundarios como el erótico (X) y el melodrama (Pearl), MaXXXine es esencialmente un neo-noir que incorpora el género de terror. Esto no quiere decir de que esta carezca de notables momentos perturbadores, concretamente en el apartado de disecciones corporales, pero su mayor virtud radica en preservar un ambiente de misterio y ansiedad que recuerdan a clásicos como Taxi Driver (1976), Vestida para matar (1980) o Terciopelo azul (1986). 

Como capítulo de cierre de su trilogía, MaXXXine también denota una evolución en varios aspectos. La más evidente es la del valor de su producción que se refleja en sus diversas locaciones, tanto reales como artificiales, a lo largo y ancho de Los Ángeles incluyendo la icónica colina de Hollywood. Esto representa un incremento significativo del espacio respecto a los anteriores títulos que están prácticamente confinados al rancho tejano de Pearl. También es significativo el aumento de la cantidad y calidad del reparto secundario que incluye a un amenazante Kevin Bacon, un jocoso Giancarlo Esposito, un impetuoso Bobby Cannavale y una impasible Elizabeth Debicki. A nivel narrativo, MaXXXine logra construir un universo ambicioso compatible con la historia de Hollywood, con referencias no solo a los cambios en la industria del entretenimiento sino también a las sectas satánicas y asesinos en serie que en su día remecieron a la sociedad local. En ese sentido la historia de Maxine Minx y sus compañeras asesinadas se hace más verosímil y por ende perturbadora. 

La mayor evolución radica en la propia protagonista que pasa de ser una “chica final” que escapó de las garras de Pearl a una mujer literalmente de armas tomar que no se amilana ni con la policía ni con sus potenciales verdugos. Mia Goth transforma a la chica sexy e ingenua de X en un personaje con mayor rango dramático, mostrándose efusiva, vulnerable y atrevida a lo largo de la trama. Aunque no alcanza la potencia del monólogo y los arranques de furia de Pearl, un rol que merecía una mínima nominación al Oscar, Goth derrocha carisma y pasión interpretando a una Maxine Minx que no se limita a situaciones de víctima pues también se muestra vengativa y hasta sádica con ciertos hombre tóxicos. Entre ambos roles, la británica se consolida como una nueva “reina del grito” (scream queen) al lado de nombres como Jamie Lee Curtis, pero también propone una configuración más osada de la típica superviviente del cine de terror, desechando por ejemplo su castidad o su sumisión a un orden patriarcal.

MaXXXine no logra superar la propuesta indecente e impactante de Pearl pero consigue mantener viva la llama encendida en X, llevándola literalmente hasta lo alto de la colina de Hollywood cual antorcha olímpica en su secuencia culminante. Representa la consolidación de una nueva saga cinematográfica en la que el propio cine es retratado como una fuente inagotable de perversiones, ya sea por los géneros de terror y pornografía, por la obsesión y el delirio que inspira la fama, por el riesgo moral al que expone a sus espectadores, o por simplemente reflejar los demonios de la sociedad. También es una película que inspira una extraña nostalgia por un contexto cultural ochentero imperfecto y peligroso, y por un tipo de cine descarado, perverso pero en última instancia entretenido y convincente. Una tercera parte digna de ser coleccionada en formato VHS junto a sus notables predecesoras y a sus inevitables (aunque posiblemente inferiores) sucesoras.

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