“Soft & Quiet” (2022): el racismo que conduce a la muerte

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Hay películas que no son fáciles de ver, que no son agradables para el espectador emocionalmente, pero son necesarias y recomendables, porque ponen en evidencia ciertos males vigentes de las sociedades contemporáneas, como el racismo y la xenofobia. La cinta Soft & Quiet (El club del odio, 2022) de la realizadora estadounidense-brasileña Beth de Araújo, es una de ellas. Además, la elección de la directora -que también es la guionista- de usar una cámara siempre inquieta y muy cerca del accionar de las actrices (como si la cámara fuera una integrante más del grupo de mujeres), incrementa la sensación de incomodidad e indignación del espectador ante los abusos y delitos que ellas cometen.

Otro punto muy interesante y valioso de la propuesta cinematográfica de Soft & Quiet es que está planteada desde la visión de un grupo de mujeres supremacistas. Es un enfoque nuevo acerca del tema. No recuerdo otro film que conciba a las mujeres blancas estadounidenses con el poder real de decisión y la capacidad de acción segregadora y violenta que se evidencia aquí. Los 90 minutos del film giran sobre lo que ellas planifican y ejecutan, mostrando su repudiable comportamiento.

Entonces, Soft and Quiet se une a una extensa lista de largometrajes realizados sobre la fuerte problemática racial en los Estados Unidos, que tantas muertes ha causado durante los dos últimos siglos. Por citar algunos antecedentes, tenemos a American History X (1998) de Tony Kaye, I Am Not Your Negro (2016) de Raoul Peck, Gran Torino (2008) de Clint Eastwood, Hidden Figures (2016) de Theodore Melfi, Mississippi Burning (1988) de Alan Parker, Malcolm X (1992) de Spike Lee, To Kill a Mockingbird (1962) de Robert Mulligan, entre tantos otros.

Aparentemente filmada en un solo plano secuencia (como Russian Ark de Alexander Sokurov o la reciente El castigo de Matías Bize), Soft & Quiet cuenta la historia de un grupo de mujeres blancas, de mediana edad, que se reúnen con la finalidad de liberar verbalmente su racismo hacia los extranjeros (mencionan a sudamericanos, mexicanos y asiáticos en sus diálogos). Incluso, los acusan de apoderarse de sus empresas y transmitirles enfermedades. También se refieren con profundo rechazo hacia los afroestadounidenses. 

Sin embargo, su odio no solo depende del color de la piel. Descubrimos, mientras avanza la cinta, que parte de su enfermizo desprecio es hacia el no-blanco que tiene algún grado de éxito en los Estados Unidos. Aquel que tiene una mayor prosperidad económica que ellas o que ha ingresado a estudiar a una mejor universidad que ellas. Es decir, existe un componente muy fuerte de envidia en la base de su comportamiento racista grupal.

La profesora de kínder Emily (muy convincente Estefanie Estes) crea y organiza el club “Daughters for Aryan Unity” (“Hijas por la Unidad Aria” en español) para dar rienda suelta a sus prejuicios y odios. Consigue que otras mujeres se unan a ella. El grupo lo conforman Leslie (Olivia Luccardi en excelente interpretación), Kim (Dana Millican), Marjorie (Eleonore Pienta), Alice (Rebekah Wiggins) y Jessica (Shannon Mahoney), que tiene ya cuatro hijos y espera un quinto. Ellas critican la diversidad, la inclusión, que ya se ha institucionalizado en su país, porque sienten que no las favorece. También critican el multiculturalismo y hasta la existencia del movimiento “Black Lives Matter”. E, incluso, proponen quitarle los medios de comunicación a los judíos.

Lo aterrador de este largometraje es que permite apreciar cómo pueden surgir, de lugares impensados, movimientos de destrucción del otro por motivos étnicos. Es decir, pocas personas apostarían a que este pequeño grupo de mujeres blancas (que parecen tranquilas amas de casa) fuese capaz de humillar, secuestrar y matar a otros únicamente por su color de piel. Pero lo hacen. No con la destreza de un grupo militar o paramilitar, pero sí con el fanatismo descontrolado de un grupo de mujeres civiles supremacistas. La violencia puede ser mortal, venga de donde venga. Sea desde el ámbito civil o el militar.

Hay que hacer una mención también para el estupendo trabajo actoral de Melissa Paulo, quien interpreta a Anne, una de las hermanas de ascendencia asiática que resulta víctima del odio demencial de las supremacistas.

Además, un hecho revelador del film es que el único hombre que está junto a las racistas mujeres del club es Craig (Jon Beavers), el esposo de Emily. Si bien al inicio apoya a su mujer, luego también se espanta del nivel de violencia al que llegan las supremacistas y se aleja de ellas. Es decir, cuando la violencia femenina se sale de control, puede ahuyentar hasta a los hombres.

Finalmente, la directora Beth de Araújo – de madre sinoestadounidense y padre brasileño- ha creado con Soft & Quiet (que es su primer largometraje) una cuestionadora obra audiovisual que invita a reflexionar seriamente, en estos tiempos donde los grupos ultraconservadores, neonazis y xenófobos están surgiendo en diferentes partes del mundo. Este film nos advierte de la violencia que amenaza nuestro futuro como humanidad.

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