[Crítica] «The Beautiful Summer» (La bella estate, 2023)


Si hay algo que la italiana The Beautiful Summer hace muy bien, es transmitir las sensaciones que causan dicha época del año en los jóvenes: el calor, de despreocupación, la diversión en la salidas con amigos y amigas, y por supuesto, el nerviosismo y emoción cuando comienzan a sentir algo por alguien más. Este no es un filme que se preocupe mucho por el contexto sociopolítico en el que se desarrolla, sino más bien en el (auto)descubrimiento de su protagonista, una chica que se va dando cuenta de su sexualidad, en una época en la que sus sentimientos y sensaciones no eran bien vistos. No es un concepto que no hayamos visto en varias películas antes, pero al menos está suficientemente bien desarrollado acá.

Una excelente Yile Yara Vianello (en su debut cinematográfico) interpreta a Ginia, una adolescente que vive en Turín durante la época de Mussolini, junto a su hermano mayor, Severino (Nicolas Maupas). Él había tenido antes ambiciones de estudiar en la universidad, pero ahora se dedica al trabajo manual, resignándose a una vida sencilla y de trabajo arduo. Y ella trabaja en un atelier de modas, destacando gracias a su imaginación y dedicación. La madre de ambos, se menciona, vive en otra ciudad, pero nunca llega a aparecer en la película.

El día a día de Ginia cambia, sin embargo, cuando conoce a Amelia (Deva Cassel), una chica libre y divertida que se dedica a posar (muchas veces desnuda) para los pintores locales. Resulta ser un ser misterioso y cautivante para nuestra protagonista, quien poco a poco se va dando cuenta que tiene sentimientos románticos por ella, sintiéndose nerviosa, además, por ser virgen todavía. Gradualmente, Ginia va siendo hipnotizada por la amistad que Amelia le ofrece, dejando de lado su trabajo e incluso la relación con su hermano y sus otras amistades. Esto la obligará a madurar y darse cuenta de cómo funciona el mundo, tanto a nivel interhumano como a nivel emocional.

Es así, pues, que The Beautiful Summer intenta balancear dos aspectos narrativos supuestamente igual de importantes: por un lado, está la vida profesional de Ginia, la cual como se ha mencionado comienza bien, pero va decayendo poco a poco mientras su atención es desviada hacia Amelia. Y por supuesto, está su pseudo romance con Amelia y el mundo de pintores, alcohol y desnudez al que la introduce. Esto último, en teoría, debería ser el corazón emocional del film; aquello que obliga a nuestra protagonista a encontrar una nueva realidad, y a descubrir que hay gente muy diferente a los miembros de su círculo más cercano. Aquello, además, que le permite descubrir su propia sexualidad, y la razón por la que nunca había podido tener enamorados y por la que sigue siendo virgen.

Todo esto funciona, lamentablemente, hasta cierto punto. El aspecto profesional comienza con potencial, pero al igual que para la propia Ginia, va cobrando cada vez menos relevancia mientras avanza la película. Entiendo por qué es así, pero a la vez, es precisamente por eso que cuesta un darle importancia a los obstáculos con los que la chica se termina encontrando hacia el final de la historia. Y por otro lado, está la relación con Amelia: curiosamente, funciona muy bien como una amistad, pero carece de aquel fuego, de aquella pasión —por lo menos contenida— que haría que se sienta como un romance imposible, como un amorío que podría ser (mal)juzgado por los demás, especialmente en un contexto que asumimos es bastante conservador.

Consideren, sino, la única escena verdaderamente apasionante de la película: un íntimo baile entre Ginia y Amelia. Funciona a nivel emocional, y uno realmente logra sentir aquella conexión tan importante entre ambos personajes, pero a la vez, resulta imposible no cuestionarse cómo nadie parece darse cuenta de que hay algo entre ellas. Tomando el rol de abogado del diablo, se podría decir que quizás dicho momento es más simbólico que literal, pero igual resulta… curioso. Y además, aunque Amelia es presentada como una chica supuestamente peligrosa, que anda con gente turbia y es mal considerada por otros porque se dedica a posar desnuda, la interpretación de Deva Cassel (dulce, adorable, amable) no nos dice nada de eso.

Lo cual no quiere decir que se trate de una mala actuación. De hecho, se podría argumentar que representa un intento por ir en contra de los clichés, dando a entender que todo el mundo la percibe como A, cuando en realidad ella es B. Pero es precisamente esa dulzura la que no ayuda a que el romance entre ella y Ginia incendie la pantalla con pasión. Eso sí, por su parte, Yile Yara Vianella está muy bien como Ginia, interpretándola como una chica tímida pero talentosa; carismática, pero de pocos amigos. Como alguien que recién se está descubriendo a sí misma, y por ende le tiene miedo al mundo y a los sentimientos que está comenzando a tener por otra mujer. La novel (y joven) actriz da una interpretación creíble, sutil, valiente y finalmente, es quien logra cargar la película sobre sus hombros.

Felizmente, eso no quiere decir que The Beautiful Summer carezca de otras cualidades. Por ejemplo, hay momentos muy específicos que logran sentirse verdaderos, conectados a experiencias humanas que muchos hemos tenido. Consideremos la escena en la que Ginia pierde su virginidad con un pintor llamado Guido (Alessandro Piavani). Dicha situación no es romantizada, sino más bien presentada como un encuentro incómodo, rápido, que además resulta en una clara insatisfacción por parte de Ginia (quien luego de tener sexo, se pone a observar a un bicho que camina por la pared). O por supuesto, está el momento en que Ginia decide posar completamente desnuda para un pintor; una escena vista desde el female gaze, presentando su cuerpo desnudo de manera natural, pero que está siendo, de alguna manera, utilizado por hombres, y que resulta en un momento incómodo (y finalmente con un clímax emocional) para nuestra protagonista.

Como seguramente se han dado cuenta, tengo sentimientos encontrados hacia The Beautiful Summer. Por un lado, se trata de un retrato preciso de las experiencias emocionales y sexuales de una joven en una época de represión; la actuación de Vianella es fenomenal, y la recreación de la época es simplemente sublime (desde el vestuario, hasta el maquillaje, peinados y la utilización de locaciones reales —todo se siente verosímil y luce espectacular). Pero por otro, el romance central no funciona del todo, la dirección de la actuación de Cassel no me terminó de convencer, y el balance de aspectos narrativos del filme tampoco me encantó. En todo caso, igual valdría la pena que le den una oportunidad a esta película —aunque sea para disfrutar del trabajo de Yile Yara Vianello, quien espero termine apareciendo en más y mejores proyectos en el futuro cercano.

Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Film Movement.

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