Cruising, twinks y voguing
Sexo gay en el cine. Así, con un pequeño guiño meta cinematográfico, abre Baby, la nueva película de Marcelo Caetano, donde un protagonista con los últimos años de adolescencia perdidos encuentra un camino donde dar sus primeros pasos en el mundo gay brasileño. De allí su sobrenombre, pues su apariencia joven lo destaca entre los hombres maduros que se cruza. Su aventura inicia en la oscuridad dentro de una sala de cine porno donde muchos homosexuales encuentran una suerte de “lugar sin límites” para tener encuentros casuales, prostituirse, conocerse o simplemente pasar el rato.
Abandonado y lejos de su familia, el joven Wellington (más tarde autoproclamado ‘Baby’), interpretado por João Pedro Mariano, encuentra en Ronaldo (Ricardo Teodoro) un modelo a seguir, una figura paterna (en una instancia inicial) y curiosamente también un amante. Son estas dos actuaciones, la segunda por encima de la primera, las que sostienen la película, amparada más en la corporalidad y energía de sus personajes que en su fuerza narrativa. Tras establecerse donde Ronaldo, ‘Baby’ entra oficialmente en el submundo gay de Sao Paulo, donde el dinero se vuelve uno de sus motores, pero no el más importante.
Si bien ‘Baby’ busca sobrevivir al día a día, también necesita encontrar su lugar en el mundo. No es el entorno que le promete Ronaldo ni la familia de este, menos la propia familia de ‘Baby’, a la cual busca incesantemente durante toda la película. Su espacio lo encuentra en un grupo de amigos bailarines que practican el voguing. Muy a pesar, la historia toma varios giros predecibles hasta cierto punto. Desde la huida de ‘Baby’ con otro amante para regresar a cuidar a un Ronaldo herido, hasta el cierre en soledad en transporte público; viñetas vistas, por ejemplo, en la maravillosa Happy Together (1997), de Wong Kar-wai. Llegado a tal punto, la película ha perdido mucha de esa fuerza que la impulsó en el arranque. Se inclina más a darle un cierre de madurez y aprendizaje al protagonista en vez de resolver directamente los conflictos que afectan al personaje.
No obstante, la película de Caetano triunfa al retratar una juventud libre, problemática y progresista. El erotismo y romance que baña la pantalla no es mero placer, sino resulta en parte clave de la evolución de ‘Baby’: empieza prostituyéndose e involucrándose sentimentalmente con la primera persona que se cruza y acaba en un estado de mayor tranquilidad, siendo capaz de darle un cierre cordial y amistoso a su vida pasada con Ronaldo (uno con el cual encuentro reparos, incluido el flashback final). Este, al ver a ‘Baby’ irse, lo despide diciendo: “No te pierdas”, pero ya no es con la intención de que mantengan el vínculo, sino se trata de un consejo para la vida. Ese “no te pierdas” es ahora un “no vuelvas a caer en esta vida” con intención de que ‘Baby’ encuentre un mejor camino que el que recorrió antes.
Otro mérito de la película es el resultado de la ansiada búsqueda del lugar del protagonista. Su viaje de madurez inicia sujeto a una dinámica de poder dentro de su relación con Ronaldo que es tanto de pareja como de alumno y maestro (en cuanto al aprendizaje de la vida criminal y sin embargo pesa más la primera, pues la cinta toma un tono melodramático con respeto a la relación). Este contraste se refuerza a partir de lo físico, a propósito de sus apariencias: hombre maduro, barbudo y corpulento frente a un muchacho joven, lampiño y delgado (en el argot gay, Ronaldo es un “oso” y ‘Baby’, un “twink”). Siguiendo esa línea, a mitad de la película, acontece una separación (anticipada) entre estos personajes, lo que permitirá a ‘Baby’ pueda explorar la vida más allá del sexo y las drogas, más allá de esa vida que le aseguraba un techo y afecto, pero también un peligro latente.
Finalmente, el viaje de ‘Baby’ encuentra su destino dentro de un grupo de amistad variopinto, esa “familia” que tanto buscaba. El protagonista pasa de huérfano a ser parte de un puñado de jóvenes como él que también buscan su lugar. ‘Baby’ no solo crece, sino que también mejora; encuentra realmente a su comunidad. Destaco el cierre de tono esperanzador de la película, la que implica la descripción de una sociedad que acepta a la población LGBT+, pues la homofobia no está presente. Por otro lado, valoro el desenlace agridulce, un sentimiento de nostalgia que invade a ‘Baby’ y Ronaldo al saber que nunca más estarán juntos, pero fueron felices y se recordarán por siempre en esa azotea azul bailando, riendo, saltando, con el mundo solo para ellos.
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