[Crítica] «Caligula: The Ultimate Cut» (2023)


Las intenciones detrás de la creación de Caligula: The Ultimate Cut son buenas. El escritor, músico e historiador Thomas Negovan, obsesionado con la versión original de la película, ha estado trabajando en una reinterpretación en los últimos tres años, encontrando, limpiando y utilizando nuevas tomas de las escenas grabadas para el filme, para así construir desde cero una versión que, se supone, se parece más a lo que originalmente se quería hacer con Caligula, el clásico de los años 70. El resultado, lógicamente, omite los planos de sexo real insertados por el productor Bob Guccione (fundador de Penthouse), elimina algunos personajes, y en general, favorece el trabajo de sus talentosos actores. No se trata necesariamente de una gran película, entonces, pero al menos de un ejercicio interesante de preservación histórica.

Cuando Caligula” se estrenó en 1979, era la producción independiente más cara de la historia, un filme supuestamente histórico de gran factura técnica y artística, que aprovechaba al máximo su diseño de producción y dirección de fotografía para narrar una historia fastuosa y visualmente impactante. El problema, como seguro ya sabrán, es que luego de una disputa entre el director Tinto Brass y el guionista Gore Vidal, Guccione decidió convertir al filme en una experiencia explotadora, rellenándola de sexo explícito, violencia extrema, y hasta tortura genital. Algo decididamente alejado de lo mainstream, y que además fue abandonado por sus estrellas, quienes lógicamente no querían ser relacionados con una producción de tan mal gusto.

Caligula: The Ultimate Cut pretende, entonces, resolver todo esto, alejándose del carácter ultra explotador del filme original, para desarrollarse como una suerte de experiencia épica, de tono más serio. El resultado final es mixto. Es verdad que esta nueva versión carece de pornografía hardcore y otros elementos diseñados por su efecto chocante (y nada más), pero a la vez, sigue siendo una producción llena de imágenes surrealistas, actos crueles por parte de su protagonista, y elementos incestuosos. Desde su concepción, Caligula siempre fue una historia narrada de forma sucia, explícita, por lo que querer alejarse completamente de eso simplemente no tiene sentido. O al menos resulta extrañamente contradictorio con la forma en la que la película fue escrita y dirigida.

La trama, no obstante, se sigue desarrollando más o menos de la misma forma. Un joven Caligula (Malcolm McDowell) hereda el título de Emperador de su tío abuelo Tiberius (Peter O’Toole), y rápidamente somete a Roma a un gobierno caótico e imprevisible. Además, se rodea únicamente de gente en la que se supone debería confiar, incluyendo a su hermana Drusilla (Teresa Ann Savoy) y su esposa Caesonia (Helen Mirren). Pero poco o poco, Caligula va perdiendo el control, enfrentándose a sus senadores, y resintiéndose con sus aliados. Hasta que, por supuesto, sus consejeros Longinus (John Steiner) y Chaerea (Paolo Bonacelli) deciden que ya es hora de ponerle fin a su reinado.

Lo más interesante de Caligula: The Ultimate Cut es la forma en que le pone un mayor énfasis a las actuaciones centrales, muchas de las cuales se perdían entre tanto sexo y violencia en el corte original. McDowell, por ejemplo, resalta mucho más como el personaje del título, no interpreetándolo de forma empática, necesariamente (¿cómo podría?), pero sí otorgándole algo de humanidad, haciendo que su transformación de joven Emperador a tirano excesivo se sienta mucho más verosímil. Él es, después de todo, la figura central de la historia, y en esta versión, se convierte en alguien mucho más hipotizante, un poco menos caricaturesco en su crueldad. O bueno, tan poco caricaturesco como podría serlo en un filme todavía bastante excesivo.

Por su parte, la Caesonia de Helen Mirren aparece mucho más en el Ultimate Cut que en el filme previo, lo cual enriquece tanto a la narrativa como al personaje de Calígula. Resulta mucho más fácil ahora entender al personaje, una mujer que tiene que ir evaluando los comportamientos de su poderoso esposo, decidiendo qué tanto confiar en él. No es casualidad que el rol femenino importante del filme haya sido básicamente reemplazado por actrices porno en el corte de Guccione, una suerte de manifiesto sexista que establecía con claridad el punto de vista de dicho productor. La versión de Negovan, en contraste, pretende ser menos explícitamente machista, otorgándole a Mirren la oportunidad de brillar.

Es ahí, sin embargo, que nos encontramos con una contradicción. Por un lado, resulta fascinante ver esta reinterpretación de Caligula, la cual es imposible saber si es más fiel a lo que inicialmente se planeó (la mayoría de los involucrados detrás de las cámaras están muertos), pero al menos contrasta sobremanera con lo que se estrenó en cines hace más de cuarenta años. Pero por otro lado, se siente una fuerte contradicción entre los esfuerzos de Negovan y la identidad de la película, la cual, incluso antes de las intervenciones de Guccione, nunca pretendió ser particularmente artística o “de prestigio”. Tratar de convertir a Caligula en algo que no es (y nunca fue) es una propuesta arriesgada, la cual no funciona del todo acá… pero igual resulta intrigante.

En todo caso, si hay algo más que Caligula: The Ultimate Cut logra hacer, es resaltar el diseño de producción de Danilo Donati, haciendo un mayor uso de planos masters o planos abiertos en general, para ubicar mejor a sus personajes en estos interiores y exteriores fastuosos, coloridos, detallados. Se podría argumentar que, en algunos casos, se siente como un uso exagerado de planos que, en su versión anterior, enfatizaban más a los rostros (y bueno, los cuerpos) de los actores, pero no se puede negar que la filosofía de “más es más” de Negovan igual paga sus dividendos. Es así que este Ultimate Cut no se siente necesariamente como lo que su nuevo título profesa, sino más bien como un corte distinto, alternativo. Después de todo, no hay forma de comprobar al cien por ciento que se asemeja más lo que se planeó durante la preproducción del filme original.

Esta es, entonces, más una curiosidad que un evento cinematográfico épico. Aquellos que quedaron horrorizados con el corte previo de todas maneras preferirán esta nueva versión, por más que, en algunos aspectos, no se sienta como una propuesta sólida, basada en una visión clara. Y aquellos que poco o nada sepan sobre el filme original, encontrarán acá una versión más accesible, que al menos carece de pornografía, y aprovecha mejor a sus actores (especialmente a la gran Helen Mirren). Agradezco la existencia de Caligula: The Ultimate Cut; por más de que no sea capaz de redimir completamente al filme original, al menos sirve como evidencia de lo importante que es el montaje en cualquier proyecto audiovisual, y de cómo cualquier historia puede vivir, morir o cambiar gracias al proceso de post producción.

Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Drafthouse Films.

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