Hay mucho misterio en el aire, consecuencia del hermetismo de la protagonista de esta historia. Gülizar (Ecem Uzum) sufre un ataque sexual en una parada de autobús durante su tránsito de Turquía, su tierra natal, a Kosovo, en donde le espera su prometido Emre (Bekir Behrem) a fin de organizar los preparativos de su próxima boda. De pronto, el cambio geográfico expresa una realidad muy contraria a las expectativas de la muchacha. El cruce fronterizo será equivalente a traspasar el umbral en donde termina la inocencia y comienza la cruda realidad. La película de la realizadora Belkis Bayrak es la representación de un trauma producto de la violencia física, el cual resulta aún más interesante si se aborda el caso como el efecto de un choque cultural experimentado por una persona criada en un ámbito rural.
Gülizar (2024) inicia con la protagonista contemplando una cosecha siendo quemada como método de control de plagas. Este detalle será importantísimo para poder comprender cómo funciona el imaginario de la joven. El fuego como elemento preventorio ante cualquier agente que pueda atentar contra la naturaleza. Posteriormente, Gülizar llegará a un territorio ajeno, siendo su primera experiencia la tentativa de un ultraje sexual. Saldo de ello, irá reconociendo que en ese escenario no existe el “fuego” o los normas que previenen o reparan esos atentados que van contra la naturaleza.
Partiendo de esa idea, es que me resulta interesante analizar Gülizar como la historia de una mujer del campo que reconoce un mundo con métodos que no son capaces de ponerle fin a sus plagas. Fruto de ello, Gülizar reacciona con absoluta conmoción y silencio. Su prometido Emre está preocupado por ella, se empeña por poderle brindar la tranquilidad que merece, algo que no es fácil. Por un lado, la ley pública no ayuda, a propósito de una denuncia que no sirve de mucho dada las circunstancias en que se dieron los hechos. Por otro lado, el ensimismamiento de Gülizar le brinda poco o ninguna información para auxiliarla.
Surge así un clima de frustración y rabia contenida que nace por parte de la novia como del novio, algo que se transformará en una serie de fricciones entre la pareja para cuando se revele un dato crítico e incluso absurdo. Gülizar se va tornando cada vez más complejo debido a la contención de emociones y pensamientos que pesa sobre los protagonistas. Algo curioso es que, si bien el hecho inicial define como víctima a una sola persona, hasta cierto punto de la historia Emre parece apropiarse de ese agravio y, ciertamente, no como impulso machista, sino como un gesto propiamente natural o empático —ahí es clave un antecedente de este personaje—. El hecho es que Belkis Bayrak quiere representar una crónica sobre la víctima orientándose por sí sola en un terreno que la desorienta. Gülizar medita la búsqueda de su reparación en una zona contranatural.
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