[Crítica] “Azrael” (2024), con Samara Weaving


Azrael es un thriller posapocalíptico y de corte religioso, lleno de gore y momentos de inaguantable tensión. Pero los elementos verdaderamente atractivos del filme son dos: primero, el que sea una película prácticamente sin diálogo, debido a que se lleva a cabo en un mundo donde la mayoría de gente ha perdido la capacidad del habla. Y segundo, el trabajo de Samara Weaving, una “scream queen” infravalorada que ya ha demostrado sus considerables capacidades actorales en producciones como Ready or Not, Babylon, o Bill y Ted salvando el universo. El concepto central del film es intrigante, pero todo se ve elevado gracias a ambas características.

Al inicio, nos enteramos de que la historia se lleva a cabo luego del “Rapto” o “Arrebatamiento”; aquel momento mencionado en la Biblia en el que Dios se lleva a todos los verdaderos creyentes al cielo, dejando en la Tierra únicamente a los pecadores. Pecadores, además, que se quedan sin la capacidad del habla. Es en ese mundo post “Rapto” que conocemos a Azrael (Weaving), una chica que al inicio de la película camina por un bosque buscando frutos, para luego interactuar con quien parece ser su pareja, Kenan (Nathan Stewart-Jarrett). Ninguno puede decir una sola palabra, pero inmediatamente queda claro que se quieren, y que están solos en este mundo.

Las cosas se tornan feas, sin embargo, cuando son encontrados por un grupo de personas que trabajan para Josefine (Katariina Unt), la lideresa de un pequeño asentamiento en un bosque que, además, cuenta con una iglesia en la que opera la embarazada Miriam (Vic Carmen Sonne). Kenan es raptado, y Azrael es atada a una silla para ser ofrecida como sacrificio para unos terroríficos demonios quemados que deambulan por el bosque. Felizmente, la resiliente Azrael logra escapar, más bien dejando a uno de sus captores en las garras de un demonio, por lo que decide buscar el asentamiento de Josefine para rescatar a su amado. Dicho objetivo, claramente, será difícil de cumplir, tanto por la violencia de la que parecen disfrutar sus enemigos humanos, como por la presencia de los demonios sedientos de sangre y carne humana.

Que Azrael se lleve a cabo prácticamente como una película muda pude sentir como una suerte de “gimmick” al inicio, pero felizmente, termina siendo una característica importantísima tanto para la narrativa como para la construcción de este mundo. En pocas palabras, el filme nunca se ve limitado por la falta de diálogo, más bien aprovechándola para construir este mundo de forma visual, mostrándonos pistas o elementos importantes de la puesta en escena para dejar en claro cómo es que opera esta gente, y de qué forma se lleva a cabo el conflicto principal. En ese sentido, hasta se podría decir que la película ofrece una experiencia audiovisual pura, que no depende de grandes discursos o discusiones acaloradas para dejarse entender.

Lo cual, por supuesto, no quiere decir que Azrael no deje algunas cosas a la imaginación del espectador. Esto podría frustrar a ciertos espectadores, pero que algunas cosas no queden del todo claras más bien resultó extrañamente satisfactorio para este crítico. Después de todo, la cinta se lleva a cabo en un mundo de pocas interacciones humanas, en donde uno de los eventos más infames del Apocalipsis bíblico terminó siendo cierto, y en el que la mayoría de gente simplemente intenta sobrevivir. No hay muchas oportunidades para dar explicaciones ni para aclarar dudas; la película se concentra en el presente, dándonos una que otra pista sobre lo que pasó antes o sobre la historia de trasfondo de ciertos personajes, y nada más. Es más que suficiente para que la narrativa funcione, y para no detenerla con exposición innecesaria.

Y hasta me animaría a decir que algunas de las preguntas con las que nos deja Azrael no hacen más que enriquecer el mundo en el que se lleva a cabo. ¿De dónde viene Azrael, y dónde vivía con su aparente pareja? ¿Por qué estaban recogiendo frutos en un bosque inundado de demonios? ¿En qué parte del mundo se lleva a cabo la historia? Y más intrigante, todavía: ¿por qué nuestra protagonista en un momento se encuentra con un tipo que habla? (Quizás esto último podría ser respondido por los estudiosos de la Biblia). Son preguntas, pues, que resultan interesantes, pero que al no ser respondidas por la película, podrían dejar algo confundidos, me imagino, a algunos espectadores. Vuestro Servidor, por otro lado, simplemente quedó intrigado, pero jamás frustrado y mucho menos insatisfecho.

Fuera de lo ya mencionado, sí vale la pena mencionar que la historia de Azrael es, dentro de todo, bastante básica. Las preguntas ya mencionadas, así como el contexto en el que se lleva a cabo la trama, es lo más interesante que tiene la película a nivel narrativo. Porque lo que ocurre y lo que la protagonista necesita hacer es bastante simple: sobrevivir y vengarse de sus enemigos. Por ende, el film se desarrolla como una arquetípica historia de supervivencia y venganza, la mayor diferencia siendo que nuestra protagonista tiene que sobrevivir en el contexto ya mencionado, escapándose de terribles demonios. Del mundo exterior no vemos nada; empezamos la película en el bosque, y es ahí donde nos quedamos.

Ahora bien, si Azrael funciona es, como se dijo líneas arriba, gracias al trabajo de Samara Weaving. La popular (y a la vez infravalorada) actriz australiana (sobrina de Hugo “Agente Smith” Weaving) carga la película sobre sus hombros, ayudando a que la historia se sostenga por poco menos de hora y media. Es a ella a quien seguimos, y es a través de su rostro expresivo, de sus expresiones corporales y sus reacciones (incluyendo gritos silentes, frustrados, roncos) que percibimos este mundo, violento y desconocido. Weaving se adentra de lleno en este contexto, y no tiene miedo de ensuciarse (ya sea con tierra o con sangre), llevándonos de la mano hasta llegar al imprevisible y francamente perturbador final (el cual involucra a la embarazada Miriam, porque no podía ser de otra manera). Azrael está bien dirigida y está llena de momentos de considerable suspenso, pero es gracias al excelente trabajo de Weaving que todo termina de cuajar.

Esta película es, pues, una experiencia atípica que asumo debería llegar a ser apreciada por los fanáticos del terror. Es verdad que la narrativa en sí es bastante promedio, y que la película nunca llega a causar reacciones de horror extremo, como quizás algunos espectadores podrían esperar. Pero a la vez, Azrael funciona gracias al concepto tan rico que maneja, el desarrollo tan visual de su historia, el gore asqueroso y los momentos de tensión que nos entrega, y por supuesto, la gran actuación de Samara Weaving, quien a estas alturas del partido ya debería ser una verdadera estrella de Hollywood. Este film los dejará con algunas preguntas, pero si les pasa lo mismo que a este crítico, también los dejará impactados, con la sensación de haber visto algo distinto, perteneciente a uno de los géneros más populares y tocados del cine occidental.

Nota: vi Azrael gracias a un screener enviado por IFC Films.


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