Con motivo de la publicación de Conversaciones sobre cine peruano (2023), el nuevo libro del docente, cineclubista y crítico Milton Calopiña Ávalo, conversamos con él sobre la motivación y el proceso detrás de esta obra, nacida de la necesidad de documentar y reflexionar sobre el desarrollo y los desafíos del cine nacional desde una perspectiva regional, específicamente desde Lambayeque. La obra reúne entrevistas, críticas, reseñas y artículos sobre cine peruano que el autor ha publicado en diversos medios desde 2007, compila parte de la producción escrita de un expositor serio e informado de la cultura cinematográfica, una de las voces comprometidas con la cinematografía nacional que se expresan más allá del ámbito limeño.
¿Qué te inspiró a publicar Conversaciones sobre cine peruano y cómo nació la idea del libro?
La mayoría de los textos del libro provienen de mi blog «El norte del cine«, creado en 2007. Comenzó como un blog de críticas de cine, pero con el tiempo fui incorporando otro tipo de contenidos. También hay textos que publiqué en la revista de cine «Cuadro por cuadro» de la Escuela de Comunicación de la USAT, donde trabajo, además de algunos inéditos. Cuando el blog estaba próximo a cumplir 20 años, me di cuenta de que había acumulado suficiente material para dar forma a algo distinto. Así surgió la idea de seleccionar textos que valiera la pena publicar en un nuevo formato. El primer criterio de selección fue el cine peruano, porque, a pesar de los avances en este campo, sigue habiendo un gran interés del público por conocer más sobre el cine nacional.
Tu libro es el primero en abordar el cine peruano desde la perspectiva del norte del país, específicamente desde Lambayeque. ¿En qué consiste esa mirada y qué temas abarca?
Es una mirada aún limitada porque no todas las películas peruanas que se estrenan en Lima llegan a nuestra región. En ocasiones, algunos directores han venido a presentar sus películas, y en esos casos hemos dado una cobertura especial, ya que los jóvenes están interesados en esas experiencias. En otras ocasiones, he tenido que viajar a festivales para ver películas que no llegan aquí, o la universidad ha facilitado el contacto con los cineastas. Por ejemplo, Adrian Saba trajo El soñador a Chiclayo para su estreno en la USAT, y Ricardo Velarde nos proporcionó una copia de La luz en el cerro para proyectarla en nuestro cineclub.
El cine regional enfrenta incluso más desafíos, especialmente si se trata de películas en lenguas originarias, ya que muchas veces estas producciones son descartadas automáticamente en las ciudades del norte. Uno de los temas que abordo es la necesidad de visibilizar el cine peruano, o mejor dicho, los diferentes cines peruanos. Nuestra mirada incluye también la actividad local: los proyectos que están realizando los cineastas de la región y los logros que alcanzan.
En tu libro, comentas que el éxito de ¡Asu mare! se debió, en gran parte, a su campaña de marketing, en comparación con la mayoría de las películas peruanas que apenas cuentan con promoción. ¿Qué cambios crees que se deben implementar para mejorar la promoción de los estrenos nacionales?
En Perú, el marketing cinematográfico tiene mucho por desarrollar. En otros países existen especialidades e incluso carreras dedicadas a este ámbito, con estudios de mercado constantes para comprender al público y sus preferencias. En Perú, algunas investigaciones se realizan de vez en cuando, pero el análisis debe ser continuo, ya que las audiencias evolucionan, como vimos con la pandemia: el público que asistía al cine antes de 2020 no es el mismo que volvió a las salas en 2022. En cuanto a la promoción, hay aspectos básicos que mejorar: desde afiches con diseños más atractivos hasta una mejor redacción de mensajes que realmente atraigan al público. A veces, factores externos al cine (polémicas, donaciones de entradas, denuncias) impulsan la asistencia masiva. Esto también debería considerarse para tratar de replicar esos ingresos inesperados.
La distribución también presenta obstáculos importantes. Desde el inicio, las salas no brindan buenos horarios ni mucho tiempo en cartelera. Para convencer a las salas de cine, se necesitan buenos datos: visualizaciones del tráiler, comentarios en medios, interacciones en redes… Hay mucho trabajo por hacer; no es imposible, pero sí desafiante, ya que requiere inversión y hay pocos especialistas. Además, es fundamental una mayor ayuda del Estado, tanto en financiamiento como en regulación. Por supuesto, el dinero o una gran campaña en redes no garantizan que una película se mantendrá en cartelera. Hay que despertar el interés del público, y ese interés a veces parece un misterio que solo se resolvería con investigaciones continuas. Sin estudios de mercado, se puede avanzar, pero con muchos tropiezos.
En tu artículo sobre La revolución y la tierra, destacas la efectiva campaña en redes sociales que impulsó su éxito, a pesar de ser un documental político. ¿Cuáles crees que son las lecciones de este caso?
La campaña en redes de ese documental fue fundamental, pero no tanto por su intensidad, sino por la habilidad con la que se redactaron los mensajes, combinando sátira e historia. Utilizaban el lenguaje castrense del gobierno de Velasco junto con información sobre las proyecciones y horarios.
Pero, al igual que en el caso de ¡Asu mare!, el éxito no se debió solo a la promoción. Había un público ávido de aprender sobre el pasado. Justo el año anterior a la exhibición de la película, estuve buscando un libro sobre el gobierno de Velasco, El septenato 1968-1975 de Guido Chirinos Lizares y Enrique Chirinos Soto, que es uno de los pocos que se han escrito sobre esa etapa de nuestra historia, y fue casi imposible encontrarlo. Conversando con colegas y también con mis alumnos, me di cuenta que muchas personas de diferentes generaciones tienen un gran interés en conocer ese periodo, porque solo conocen lo que les han contado sus padres o abuelos. Una lección importante de este caso es que es clave contar historias que el público desea conocer, además de las que queremos narrar como realizadores.
En una entrevista pasada que te hice y que incluyes en el libro, mencionaste a cineastas de Lambayeque. ¿Cómo ha evolucionado el cine en la región desde entonces?
Algunos de los que menciono, como la dupla Bryan Santisteban y Ronaldo Sánchez, siguen grabando documentales y ganando premios. Otros, como Bryan Aguirre, han trabajado en otros campos, pero sin desconectarse del cine; de hecho, acaba de ganar un estímulo del DAFO por su proyecto Los gafos. Manuel Ezyaguirre completó dos largometrajes, Domingo y Libertad, aunque aún no ha podido estrenarlos, y recientemente presentó el documental Seamos Perú, codirigido con Horacio Vergara y que será estrenado en el Festival de Cine de Huánuco (FENACI). Beyker Bances también sigue activo, produciendo varios cortometrajes y largometrajes en distintas ciudades de Perú, y acaba de terminar en Reque el rodaje del documental Raíces de Alejandra Ramos. Mauricio Burstein estrenó 38 grados de manera alternativa, y siguen logrando premios y produciendo nuevos proyectos. Solo esperamos que todos se estrenen y no se limiten a circuitos alternativos.
Incluyes en tu libro un listado detallado de cineastas lambayecanas. ¿Puedes contarnos sobre ellas?
Casi todas siguen activas. Fátima Tejada, por ejemplo, acaba de ganar una beca para estudiar en Cuba. Alicia Espinoza finalizó el rodaje de su largometraje de no ficción Los Álamos, que está en postproducción; Sandra Fernández del Río presentó su proyecto transmedia Irse, y Dalia Carranza sigue promoviendo cine y trabajando en producción para documentales y películas de ficción. Además, están surgiendo nuevos talentos, como Carla León y Yajaira Cavero. Seguramente seguiremos escuchando de ellas y sus proyectos.
A propósito de la entrevista que haces a Ricardo Bedoya, ¿cuáles son tus reflexiones sobre la complicada tarea de formar públicos, desde tu experiencia como docente, crítico y cineclubista en Lambayeque?
Como bien dices, es una tarea complicada y, en ocasiones, hasta desalentadora. A veces parece que todo el tiempo invertido en enseñar a apreciar buen cine, a construir buenos referentes y a desarrollar un sentido crítico, no da resultados. Pero de pronto, nos llegan noticias de exalumnos que han terminado su primer largometraje, que están cursando un posgrado o que incluso están enseñando apreciación cinematográfica.
Es una tarea cuesta arriba, también incomprendida, porque además es percibida muchas veces como una pérdida de tiempo. No siempre se entiende que la mejor manera de aprender a hacer buen cine es ver buen cine de forma constante; los referentes de calidad no se encuentran necesariamente en la última serie de Netflix o Prime Video. Sin embargo, es esencial seguir adelante; aunque los frutos no sean inmediatos, se van revelando poco a poco, en el crecimiento de quienes se aventuran a hacer cine con una base crítica sólida.
Tomando en cuenta lo tratado en el libro, ¿cuáles son los mayores desafíos que enfrenta el cine peruano en la actualidad?
Son muchos. Hay varios frentes de batalla: la formación del público sigue siendo una prioridad, ya que sin un público educado en cine es difícil que las producciones nacionales prosperen. Además, en muchos casos, los medios no solo no apoyan al cine peruano, sino que a veces lo sabotean, restándole importancia o visibilidad. Otro gran reto es la formación de nuevas generaciones en todos los ámbitos del cine: no solo directores, sino también guionistas, productores, directores de fotografía, críticos, gestores, entre otros. A esto se suma la relación con el Estado, que en los últimos años había mejorado, pero que ahora está deteriorada por la injerencia política en asuntos culturales. Además, sigue pendiente la tarea de posicionar nuestro cine en mercados internacionales. Queda claro que hay muchísimo trabajo por delante.
¿En qué lugares puede adquirirse el libro? ¿Tienes proyectado otra publicación sobre cine en el futuro?
El libro está disponible en la Escuela de Comunicación de la USAT, y hacemos envíos a Lima y otras ciudades. Ya tengo planes para futuras publicaciones. Como mencionó Ricardo Bedoya en la presentación en el Festival de Cine de Lima, sería natural continuar con una conversación sobre el cine regional del norte, una historia que sigue escribiéndose día a día. Además, estoy investigando la evolución de la crítica nacional, motivado por la entrevista sobre los 18 años de Cinencuentro (¡que pronto cumplirá 20!). Espero que estos proyectos no tarden mucho en ver la luz.
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