Semana del Cine Ulima: “Julie Keeps Quiet” (2024), de Leonardo Van Dijl

julie keeps quiet

Si hay algo a destacar en la muestra internacional de la 10 Semana del Cine Ulima es la presencia creciente de voces femeninas. Sea desde la dirección o el punto de vista protagonista, hay un interés genuino sobre los conflictos que engloba el género, sobre los contextos opresivos y la agridulce experiencia que suponen. Violencia familiar y normas sociales estrictas, maternidades deconstruidas e infancias lúgubres, narrativas que se debaten entre la esperanza y la angustia de ser mujer. 

Dicho ello, y con filmes tan aclamados como All We Imagine as Light (2024) de la cineasta india Payal Kapadia o la taquillera Siempre nos quedará mañana (2023) de la italiana Paola Cortellesi en la selección, es de esperar que ciertas obras se pierdan en medio del debate acalorado y la ejecución ágil del drama social. Una de ellas, Julie Keeps Quiet (2024), es la protagonista de esta reseña, el primer largometraje del realizador Leonardo Van Dijl, quien ha sabido construir un relato intimista sobre la manipulación y el miedo, sobre el abuso encubierto y el silencio introspectivo de quien lo vive. 

Iniciada su carrera con el cortometraje LGBT Get Ripped (2014), el galardonado director belga vuelve al mundo deportivo para contar la historia de Julie, una tenista adolescente que, tras la suspensión repentina de Jeremy, su entrenador, se debate entre contar lo vivido o callar y esperar su regreso. Premiada en Cannes pero con sus detractores entre el público, las razones por las que es criticada (su narrativa estática, su diálogo repetitivo, su aparente frialdad emocional) son también sus virtudes, dan vida a la cotidianidad tensa en esa constante de respuestas evasivas y aislamiento social, construyen el accidentado camino de una víctima que, de a pocos, va recuperando su voz, su luz.

Entendido como un ejercicio de paciencia y realismo, la conexión con Julie nace de una carga que no necesita explicitarse al completo, de una lucha interna visible en la gesticulación (tensa) y voz (irritada) de la actriz debutante Tessa Van den Broeck.  Por lo mismo, y contrario a otros filmes como Whiplash (2014) donde se espectaculariza la sobreexigencia y el abuso de poder, Julie Keeps Quiet resulta relevante en su representación de las relaciones tóxicas tutor-estudiante, aún más, en su enfoque respetuoso desde la posición agredida sin subestimarla o forzarla a hablar.

Al respecto, con su decision de no despegar la cámara de la protagonista, el director permite un acercamiento sincero, da cuenta de un arco de personaje más real que ficcionado, uno que se decanta por “lo predecible” (que Julie no hablara) antes que por los giros argumentales de gran impacto. Sumado a ello los planos largos (prácticas de tenis que se convierten en espacios de cuestionamiento e ira) y otros que cierran el encuadre en torno a Julie (exponiendo su lucha personal), el lenguaje audiovisual está al servicio de la dramatización, sincronizándose de forma precisa con la problemática que se plantea.

A ello se suma la profundidad de campo limitada, una cámara que enfoca a Julie mientras del fondo se acercan figuras borrosas, seres sin rostro que suman a la incertidumbre, a la sensación de soledad y estado de alerta. De grises y azules desaturados, la melancolía de la cinta se mantiene en constante evolución, no solo expresada en el cambio espacial (del encierro en las canchas indoor hasta las soleadas canchas exteriores) sino también en las decisiones que toma Julie. Sin revelar demasiado, el desapego entre la tenista y su entrenador se da de forma gradual, una relación codependiente cuyo fin se retrata con sobriedad, con el peso invisible de la exigencia inhumana, de los abusos sufridos, del suicidio de otra compañera a raiz de ello.

Sujeta a un pasado que no vemos en pantalla, el pausado proceso de Julie define al filme, lo moldea entre tensos entrenamientos de tenis, llamadas a escondidas y encuentros breves con sus compañeros. Con un silencio que reina en todo momento, se habla más de aceptación que de olvido, de desaprender costumbres adquiridas (la autosuficiencia impuesta, la falta de autocompasión) al tiempo que la conciencia identifica lo evidente: que ganar no justifica los medios. Como entrenador estrella, la sombra de Jeremy se diluye mientras la protagonista se abre al entorno, muestra su lado humano, entiende que la vulnerabilidad no es sinónimo de debilidad. Aún dolida, se da tiempo para que sanen las heridas.

Bien actuada y dirigida con solvencia, Julie Keeps Quiet se erige como la cara opuesta de Tár (2022), como la voz que resurge del trauma vivido, de aquello que la cámara no llega a captar. Jugando con su pelota invisible, entre paredes de concreto gris, una tenista que se libera lentamente de sus demonios, que decide cambiar la cámara fija por la flexibilidad de la shaky cam, el dolor por palabras para enfrentarlo. En síntesis, la historia de una mujer que, con el apoyo y tiempo necesarios, se dispuso a hablar, 


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