Dirigida y escrita por Halfdan Ullmann Tøndel, la noruega Armand es una película sobre perspectivas e interpretaciones de la verdad. Narrando la historia de una madre famosa llamada Elisabeth (la genial Renate Reinsve, de La peor persona del mundo) que es llamada al colegio de su hijo para discutir un grave problema, lo que hace el filme es plantear una situación complicada e ir sumándole diferentes problemas nuevos, cada uno acompañado por una revelación inesperada. Esto resulta en una experiencia tensa e intrigante, que lamentablemente se torna inexplicablemente metafórica y surrealista hacia el final. Armand es una película bien pensada, que sin embargo toma riesgos que no llegan a pagar dividendos.
Al comenzar la película, no estamos seguros de por qué Elisabeth ha sido llamada por el director del colegio de su hijo Armand, Jarle (Øystein Røger). Solo sabemos que algo ha pasado, y que involucra tanto a Armand, como al hijo de la pareja de Anders (Endre Hellestveit) y Sarah (Ellen Dorrit Petersen), Jon. Pero una vez que Elisabeth, una aparente celebridad local, llega al colegio, nos enteramos que Armand ha sido acusado de algo horrible: de pegarle y potencialmente haber violado al ya mencionado Jon. Lo peor, además, es que ambos son niños de seis años, y lo complicado es que no hay forma de probar contundentemente que esto ha pasado, más allá de las declaraciones de los menores de edad.
Evidentemente, Armand trata de un tema terrible, y a través de él nos invita a situarnos en una situación en extremo complicada: por un lado, tenemos a los padres de Jon, quienes claramente quieren que se divulgue la verdad y que el colegio haga algo respecto a lo que le ha pasado a su hijo. Por otro lado, tenemos a Elisabeth, quien entendiblemente defiende a capa y espada a Armand, segura de que las acusaciones hacia su hijo son mentira. Y finalmente, tenemos al colegio, representado no solo por Jarle si no también por una joven profesora llamada Sunna (Thea Lambrechts Vaulen), quien no parece estar muy lista que digamos para manejar el caso. Todos quieren llegar a una suerte de consenso, pero todos tienen, también, diferentes perspectivas hacia la situación, y reaccionan de forma distinta a lo que se va revelando.
Al comenza el film, Ullmann Tøndel establece un tono y estilo verosímiles para su historia. Se enfoca en los rostros de los involucrados, favoreciendo primeros planos de miradas y reacciones para que empaticemos con la mayoría de los personajes —después de todo, cada uno y cada una, a su manera, simplemente quiere encontrar la verdad. En pocas palabras, al menos durante la primera hora de metraje, Armand se siente como una experiencia parca y seria; como una historia que se nos presenta de forma cercana, situándose casi toda en el interior de la escuela — salones de clase, pasillos y escaleras—, haciendo que sus protagonistas tengan que encarar una situación de la que parece casi imposible salir. Es fascinante, y le exige al espectador estar pegado a la pantalla todo el tiempo.
Sin embargo, después de la primera hora, algo sucede. El filme, por razones que no puedo explicar del todo, decide centrarse en la experiencia de Elisabeth, no de forma tradicional, haciendo uso de un estilo formal, característico de un buen drama realista, sino presentando cada vez más escenas netamente metafóricas, donde los movimientos corporales y la música intentan decirnos algo sobre cómo Elisabeth se siente respecto a las acusaciones a su hijo. Todo comienza con una breve escena de baile protagonizada por ella misma, y culmina con una secuencia larguísima —o que al menos se siente eterna—, en donde Elisabeth es tocada y manoseada por diferentes personajes, no de forma sexual, pero sí de manera invasiva. Está todo perfectamente coreografiado y dirigido, pero se siente muy fuera de lugar.
Es así, pues, que Armand toma un riesgo tremendo, y lamentablemente sale perdiendo. No es que estas secuencias no nos hagan sentir nada —todo lo contrario—, sino que van en contra de todo lo que fue establecido durante la primera hora de la película. Hacer un cambio de ciento ochenta grados respecto al tono y estilo no es imposible, pero sí es algo que tiene que construirse con cuidado para no perder al espectador, y más importante, para no traicionar a la narrativa que se ha desarrollado y a sus protagonistas. Y aunque jamás diría que este filme es un desastre, creo que tampoco logra cumplir con aquel objetivo. Ciertamente se trata de una película que comienza mucho mejor de lo que termina, y que podría dejar a más de un espectador confundido y hasta frustrado.
Las actuaciones, felizmente, son consistentemente excelentes. Renate Reinsve, quien es incapaz de hacer un mal trabajo, brilla como Elisabeth, interpretándola como una mujer en negación. Como una madre que claramente tiene miedo de no conocer bien a su hijo, y que quiere justicia para el mismo, encontrándole toda suerte de agujeros lógicos a los argumentos que le presentan, y defendiendo a Armand como cualquier buena madre lo haría. Por su parte, Ellen Dorrit Petersen está muy bien, también, como Sarah, la contraparte de Elisabeth, y un personaje que uno va percibiendo de diferentes formas mientras la historia avanza. Y resalta, también, Thea Lambrechts Vaulen como Sunna, una maestra bienintencionada y nerviosa, quien lamentablemente no parece ser lo suficientemente fuerte como para manejar la situación y a los involucrados.
Armand termina siendo una experiencia que invita al espectador a reflexionar —sobre la naturaleza de la verdad, sobre la forma en que percibimos a la gente (tanto niños como adultos), y sobre cómo la educación en el colegio se complementa con la del hogar. Filmada en 16 mm, Armand luce espectacular, haciendo uso de una imagen granulada y llena de pequeños artefactos visuales de carácter análogo, que le otorgan una palpable suciedad y verosimilitud a la historia. Y aunque el tercer acto del filme no es del todo satisfactorio —y para algunos hasta podría resultar ridículo—, igual creo que el balance general es positivo. En todo caso, la película se ve beneficiada por una premisa compleja y dura, y de excelentes actuaciones (especialmente la de Reinsve, a quien jamás me cansaré de admirar). Esta no es una película fácil de ver, pero sí una que se quedará grabada en la mente de sus espectadores, para bien y para mal.
Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de IFC Films.
Deja una respuesta