The Last Showgirl es una película sobre el rápido paso del tiempo y los arrepentimientos con los que uno puede llegar a cierta etapa de la vida. Pero también es la máxima demostración de que Pamela Anderson tiene el suficiente talento como para protagonizar un drama íntimo y intenso. En la más reciente película de la directora Gia Coppola (sobrina de Sofia y nieta de Francis), la recordada estrella de Baywatch da una actuación reveladora, en la que logra convertirse al cien por ciento en una mujer que vive en las nubes; que sueña con las glorias del pasado, ignorando su presente y sin pensar demasiado en el futuro. Es una actuación central excelente que le permite brillar a The Last Showgirl, incluso cuando la historia termina concluyendo de forma algo ambigua.
Anderson interpreta a Shelly, una bailarina de Las Vegas que ha trabajado en el mismo show en un casino por más de treinta años. Por ende, bailar con un traje exagerado de lentejuelas es lo único que sabe hacer, lo cual hace que el repentino fin de su espectáculo la deje fría. Resulta que los dueños del casino quieren reemplazar la presentación de las showgirls con un nuevo espectáculo de circo, lo cual dejará tanto a Shelly como a sus más jóvenes amigas, la cínica Mary-Anne (Brenda Song) y la idealista Jodie (Kiernan Shipka) sin trabajo. El técnico de luces, el tímido Eddie (Dave Bautista), sin embargo, parece ser el único que logrará quedarse en el teatro. Y su vieja amiga, Annette (Jamie Lee Curtis), logra retirarse a tiempo, dedicándose ahora a servir tragos en la zona de apuestas del casino.
Toda esta situación hace que Shelly comience a reconsiderar el trayecto que tomó su vida. Poco a poco, nos vamos enterando de que estuvo casada brevemente cuando era más joven, que intentó buscar trabajo en Nueva York pero que no tuvo éxito, que tuvo una suerte de aventura con el ya mencionado Eddie, y que tiene una hija adolescente llamada Hannah (Billie Lourd), con la que no se lleva particularmente bien. Esta última fue ignorada constantemente de niña por su madre cuando esta se la pasaba bailando en el escenario, y ahora vive con su supuesto padre y su madrastra. Así que cuando llega a Las Vegas a visitar a Shelly, logra desatar algunos temas que habían estado ignorando por un buen tiempo.
Lo mejor que hace The Last Showgirl es centrarse en el personaje de Shelly, no tanto como bailarina, sino como persona. De hecho, por más de que la vemos continuamente en el camerino del teatro, conversando con sus amigas o quejándose de los trajes que se tienen que poner, la directora Gia Coppola decide no enseñar su espectáculo, como para que el espectador se imagine cómo este podría lucir, en base a referencias cinematográficas previas o estereotipos. Eso se debe a que la idea del trabajo de Shelly es más importante que los detalles; que su coreografía de baile, o su figura en el escenario. Lo importante es la presencia que ella ha tenido en ese teatro, y cómo su obsesión con el show hizo que ignore lo más importante de su vida por años.
Porque en cierto sentido, esta historia es una tragedia. Poco a poco nos vamos dando cuenta que Shelly percibe algo en su trabajo que no está necesariamente ahí, como si necesitara justificar de alguna manera el haberse quedado tanto tiempo en el escenario. Habla sobre el glamour, sobre la elegancia de sus bailes, pero nadie más, ni Mary-Anne ni Jodie, está convencido de que eso tenga sentido. Ven lo suyo como lo que es: un trabajo más, y no como una expresión artística particularmente compleja. Quizás lo que Shelly menciona era cierto años atrás, pero en el presente, durante las últimas dos semanas de existencia del show, no tiene mucho sentido que digamos.
Y es también, a través de la actuación de Anderson, que nos damos cuenta que Shelly es alguien que no logró madurar del todo. Ella la interpreta casi como una niña atrapada en el cuerpo de una mujer, idealista hasta cierto punto, pensando siempre en lo bonito que es trabajar como bailarina, y no tanto en las realidades su situación. Anderson es sutil cuando tiene que serlo, pero explosiva en los momentos precisos, desarrollando a Shelly como una mujer irresponsable, que utiliza todo tipo de excusas para explicar sus problemas personales (especialmente aquellos relacionados a su hija). Resulta fascinante seguirla, y uno empatiza con ella porque no es presentada como una mala persona —simplemente como alguien que se quedó atracada en el mismo lugar por años, incapaz de desarrollarse a nivel profesional o personal.
Gia Coppola y su directora de fotografía, Autumn Durald Arkapaw, presentan esta historia de manera íntima, llena de textura. Filmada en celuloide de 16mm y principalmente con cámaras en mano, The Last Showgirl maneja una estética cercana, de claroscuros e interiores cálidos, haciendo énfasis en los rostros de sus personajes y movimientos corporales. El estilo de dirección de Coppola, de hecho, le otorga una palpable urgencia a la historia que de otra manera no hubiera podido existir, haciendo que uno sienta que Shelly está corriendo contra el reloj. No solo porque le quedan únicamente dos semanas de trabajo como bailarina, sino también porque hay la sensación de que le queda el mismo tiempo (o menos) para arreglar su vida (o aunque sea su relación con Hannah).
The Last Showgirl es una producción notable; un filme de perfil relativamente bajo (al menos en el mercado latinoamericano) que sin embargo resalta gracias a la perspectiva que nos otorga de un grupo de trabajadoras de las que no vemos mucho en el cine contemporáneo. Es una película sobre las exigencias hacia las mujeres, sobre el estancamiento personal y profesional, y sobre cómo a veces la vida nos gana. Después de todo, Shelly es alguien que se quedó en las nubes y que, al demorarse tanto en bajar, se dio cuenta de que había mucho que podía haber hecho, pero que nunca hizo. La película concluye de forma abierta, hasta un poco desinflada, pero curiosamente, con un poquito de esperanza. No queda claro si Shelly logra madurar, necesariamente, pero al menos me quedo con la sensación de que su vida luego de Las Vegas no será tan mala después de todo.
Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Roadside Attractions.
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