El australiano Justin Kurzel es uno de los cineastas de perfil bajo más interesantes de estos tiempos. Sin hacer demasiado ruido, ha sido capaz de entregarnos desde magníficas adaptaciones de obras de Shakespeare (Macbeth, con Michael Fassbender), hasta interpretaciones únicas de eventos históricos de su nativa Australia (True History of the Kelly Gang, Nitram), y por qué no, una terrible (pero, asumo, bienintencionada) película basada en un videojuego (Assassin’s Creed, también con Fassbender). Son proyectos diversos, pero que entre todos comparten una visión oscura, casi deprimente del mundo que habitan sus personajes —Kurzel no es un director optimista, y por ende, no parece ser capaz de realizar filmes que sirvan únicamente como entretenimiento puro (ni siquiera cuando están basados en franquicias enormes de videojuegos).
Esta tendencia continúa con su producción más reciente, The Order. Basada en hechos reales, la cinta se lleva a cabo entre 1983 y 1984 en el sur de los Estados Unidos, y se centra en una secta de supremacistas blancos con raíces en una iglesia cristiana de neo nazis, que utilizan un manual de seis pasos para comenzar una guerra racial, todo en nombre del hombre ario. Claramente no es un tema optimista o divertido, razón por la que Kurzel utiliza sus considerables talentos para desarrollar una experiencia tensa, abrumadora y por momentos bastante desesperanzadora. Y es así porque a pesar de que la historia se llevó a cabo hace más de cuarenta años, todavía se pueden encontrar paralelismos entre aquellos hechos y lo que sucede en el mundo hoy en día.
El protagonista de The Order es el agente del FBI Terry Husk (Jude Law), quien llega a un pequeño pueblo empecinado en investigar una serie de violentos crímenes (desde robos a bancos, hasta explosiones en cines XXX). Con la ayuda del oficial de policía Jamie Bowen (Tye Sheridan, de Ready Player One), va dándose cuenta de un vínculo entre dichos crímenes y el líder del culto mencionado líneas arriba, Bob Matthews (Nicholas Hoult, quien entre este filme, Jurado n°2 y Nosferatu, ha tenido un gran año). Resulta que Matthews se salió de una iglesia de supremacistas blancos para formar su propio culto, llamado «La Orden», y así comenzar una guerra racial que, según él, les permitirá retomar el control de un país supuestamente inundado de inmigrantes y gente no grata.
The Order se desarrolla, pues, como una mezcla entre un filme de detectives y una suerte de western. Felizmente, eso sí, nuestros protagonistas no se ven obligados a trabajar solos, como suele pasar en otros filmes pertenecientes a dichos géneros. De hecho, cuentan con la ayuda de otra agente del FBI llamada Joanne Carney (Jurnee Smollett, de Aves de presa), así como de la fuerza policial del pueblo. Sin embargo, lo que convierte a The Order en una experiencia interesante es que, a pesar de contar con recursos y dinero y armas, nuestros protagonistas se ven constantemente atrasados por sus contrincantes; están siempre un paso atrás, lo cual resulta en momentos frustrantes (para los personajes) en los que se les imposibilita encontrar a los culpables de los crímenes que investigan.
Lo cual, felizmente, no hace que los protagonistas se perciban como unos inútiles. De hecho, algo que el filme hace muy bien, es desarrollar tanto a Terry como a Jamie como verdaderos seres humanos —con imperfecciones y problemas propios. El primero, por ejemplo, habla constantemente de su familia (la cual nunca vemos), y se infiere tiene problemas de salud —cuenta con una cicatriz en el pecho, fuma cigarrillos como si no hubiese un mañana, y le sangra la nariz en momentos de mucho estrés. Law, dejando de lado cualquier look o actitud de estrella cine, interpreta a Terry como alguien constantemente cansado, que carga con sus propios demonios internos, y que sigue adelante por pura ira.
El segundo, por otro lado, es caracterizado como un novato de mucha energía pero poco criterio. El hecho de que tenga una esposa nativa americana hace que se tome el caso de forma muy personal, y resulta en una serie de errores que enfurecen a su nuevo compañero. Sheridan interpreta a Jamie con algo de carisma y mucha frustración; como un chico que siempre ha querido hacer algo significativo, y que se muere por atrapar a estos neo nazis, cueste lo que cueste. Ese contraste entre su emoción y el cansancio de Terry es lo que le otorga personalidad a The Order, motivando al espectador a que siga a estos personajes con interés. El conflicto central el importante, por supuesto, pero lo que le da color a la película son estas caracterizaciones.
No obstante, mucho se puede decir de lo que la película hace a nivel temático. Los paralelismos entre el manifesto de «La Orden» de Matthews y ciertos eventos que han ocurrido en los Estados Unidos en los últimos años son claros. De hecho, hasta el mismo filme menciona, en un texto antes de los créditos finales, que su manual ha influenciado eventos recientes como la toma del Capitolio del 2021. Por ende, al ver la película, uno no puede evitar sentir que muy poco ha cambiado en el mundo en los últimos cuarenta años. Ha habido progreso en una serie de temas, sí, pero la forma en que se expresan los neo nazis y supremacistas blancos, usando a Dios de excusa para todo y haciéndose las víctimas de una guerra imaginaria, sigue siendo básicamente la misma.
Todo aquello funciona para efectos de la película gracias al trabajo de Hoult. El joven actor británico interpreta a Matthews como un líder carismático que efectivamente podría convertirse en una suerte de ícono; en alguien que inspira confianza y agresividad. Lo que el personaje manifiesta es que está harto de escuchar y de hablar y que quiere hacer, y eso es lo que lo motiva a robar dinero para crear su propio ejército de racistas. Es aterrador, y no solo por lo que el personaje termina haciendo e inspirando, si no también gracias al trabajo de Hoult. El resto del reparto, además, da actuaciones igual de sólidas. Jurnee Smollett es creíble como la agente Carney; Alison Oliver (Saltburn) resalta como la esposa de Bob Matthews, y Marc Maron brilla en el rol pequeño pero importante de un locutor radial judío que termina convirtiéndose en blanco de la Orden.
Kurzel dirige con aplomo, haciendo uso de movimientos de cámara suaves y elegantes, composiciones clásicas, y una iluminación que aprovecha tanto las sombras duras de los interiores, como las imágenes majestuosas de sus locaciones exteriores reales. Y en general, el filme funciona muy bien como una mezcla entre historia de detectives y western; como una cinta violenta, pesimista, increíblemente tensa y muy bien actuada. Al igual que muchas de las propuestas anteriores de Kurzel, The Order no está haciendo mucho ruido, pero eso no quiere decir que no deban darle una oportunidad. De hecho, todo lo contrario, especialmente si tienen ganas de ver algo emocionante y tristemente relevante para el mundo occidental de hoy.
Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Vertical Entertainment.
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