«El aprendiz» (2024): un tiburón llamado Trump

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La relación del presidente reelecto de los Estados Unidos, Donald Trump, con el mundo del espectáculo, concretamente con Hollywood, entendiéndose esta como sinónimo de la meca del cine y los grandes estudios de TV, es de larga data.

Ha habido, por supuesto épocas idílicas, como cuando Trump producía las galas del Miss Universo o era invitado a aparecer en films al lado de estrellas; con Macauley Culkin y Joe Pesci en Mi pobre angelito 2: perdido en Nueva York (1992), con Whoopi Goldberg y Dianne Wiest en Cómo triunfar en Wall Street (1996), con Bo Derek y Anthony Quinn en Los fantasmas no pueden hacerlo (1989), con Leonardo DiCaprio y Melanie Griffith en Celebrity (1998), y en series como El príncipe del rap y La niñera; y otras de franco enfrentamiento, principalmente durante su primer mandato en la Casa Blanca.

Ahora, justo cuando está próximo a ser investido por segunda vez como gobernante de los norteamericanos, tras el accidentado mandato de Joe Biden, sale a la luz una cinta que narra su ascenso en el ambiente comercial inmobiliario, su tensa relación con su padre, y su pasantía al lado de uno de los tiburones neoyorquinos más despiadados, el abogado Roy Cohn.

El aprendiz es una realización del director iraní Ali Abbasi, cuyo título juega con el de un reality conducido por el propio Trump entre el 2004 y el 2017. Si bien la cinta no incide en la carrera política del díscolo empresario pues se centra en sus primeros éxitos como corredor de bienes raíces, muestra a Trump como un tipo egocéntrico, audaz, decidido a convertir la mínima oportunidad en una mina de oro, aun cuando tuviera que aliarse con gangsters para lograrlo.

El guion es bastante lineal con algunos chispazos de flashbacks, la fotografía juega con claroscuros vintage setenteros y ochenteros, pero es en las interpretaciones donde se consiguen grandes aciertos.

Sebastian Stan se despercude del papel de Bucky Barnes, el Soldado de Invierno de la franquicia Marvel, y entrega una caracterización memorable como ese aspirante a magnate sin escrúpulos que era Trump en sus inicios. Su tupé rubio y sus gestos soberbios y grandilocuentes, su contenido arribismo capaz de llegar a la traición aun para con su mentor, son retratados en forma notable, y el actor surge de esta experiencia como un notable intérprete de un biopic sobre un personaje incómodo, desagradable, sin que melle su carrera.

Jeremy Strong consigue una actuación de lujo como el abogado Roy Cohn. Ya hemos visto antes a letrados que son la personificación del mal, mefistófeles modernos en busca de captar a un nuevo elemento para sus filas (Al Pacino en El abogado del diablo, por ejemplo). Strong logra con su performance que el espectador odie a Cohn, que no sienta piedad ante su VIH mortal, que hasta empatice brevemente con su discípulo, y solo consigue redención ante los ojos de la platea, en su escena final.

Dicen que Donald Trump intentó sabotear el estreno de este film. Lo cierto es que varias compañías distribuidoras temían las probables demandas que interpondría el entonces candidato republicano a la presidencia, ante un producto que no lo dejaba bien parado, en plena campaña electoral. 

Que un cineasta musulmán haga una película sin su permiso y haya escenas con evidente duda razonable sobre invasión a la intimidad (aquella donde Trump viola a su primera esposa, Ivana, interpretada por Maria Bakalova) le debe haber dejado un amargo sabor de boca al político, que al final decidió que estaba bien en las encuestas, que no le haría mucho daño, y que en ciertos casos se aplica la máxima de que “hablen bien o mal, lo que importa es que hablen”.

Hollywood se ha tomado con muchas reservas la segunda ascensión de Trump al Despacho Oval. Varias estrellas de la pantalla grande han expresado su preocupación por los derechos humanos de grupos minoritarios vulnerables. Y en época de premiaciones esto podría significar un espaldarazo para la cinta del realizador nacido en Irán. Recordemos que en el 2018, la alcaldía de la ciudad del cine acordó retirar la estrella del actual presidente electo de las baldosas del Paseo de la Fama, pero que esta continúa, remodelada tras la destrucción por manos anónimas, debido a que la institución encargada de esa zona turística es la Cámara de Comercio.

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