Sin duda alguna estamos ante una obra polémica, que ha abierto un sinnúmero de debates, y que ha dividido a público espectador como a críticos cinematográficos entre entusiastas adoradores y agresivos descalificadores.
Antes de entrar de lleno en una reseña de la cinta, permítaseme expresar algunos conceptos sobre el oficio de crítico. Si bien toda opinión, sustentada o no, debe ser objetiva para el consumo de los que buscan recomendaciones de películas en un medio de comunicación masivo, físico o virtual, no puede negarse que esa misma expresión puede estar teñida de la subjetividad natural que emana de los gustos (o disgustos) personales por determinado género, actores u otras consideraciones.
En ese sentido, el suscrito evita usar sus reseñas como un sermón omnisciente, como la santa y última palabra. Con los años he aprendido que lo que me gusta a mí no tiene que ser necesariamente lo mismo que le gusta al crítico A o al B. Y que lo que le parece un bodrio a otros, a mí puede parecerme fantástico. Ahí está lo rico de contrastar opiniones disímiles. Nadie es dueño de la verdad, y se ejerce respeto y tolerancia por lo que pueda opinar, desde sus lecturas y óptica, otra persona.
Dicho esto, vamos a Emilia Pérez. El film, realizado por el director francés Jacques Audiard y ambientado en México, es un fabuloso mix de géneros diametralmente distintos como el musical y thriller noir.
Deslizándose audazmente entre lo ridículamente bizarro y los cánones clásicos del cine, Emilia Pérez es exuberante y original, fabulosa en su puesta en escena, aunque menos creíble en algunas performances, en especial la de Selena Gomez como la esposa del narco Manitas, transformado luego en Emilia Pérez. Con todo, tiene méritos de sobra, y gracias a ellos conquistó el Festival de Cannes y los Globos de Oro, que no son poca cosa.
Hay un espacio en su guion para la violencia de los cárteles de la droga mexicanos y las fortunas malhabidas, aunque no se ahonda tanto en ello como en la redención, tanto de la infravalorada abogada que compone Zoe Saldaña (impecable) como del narcotraficante que se cambia quirúrgicamente el sexo para retirarse de sus turbios negocios, y se convierte en una filántropa para las mujeres maltratadas y para los familiares de desaparecidos forzados, víctimas precisamente de los carteles de la droga (Karla Sofía Gascón, en una interpretación magnífica que reivindica el trabajo de los actores trans).
Dejando de lado muchas críticas a este aspecto de la trama, que muestran una escondida homofobia, hay que recordar que hace unos años, la cinta chilena Una mujer fantástica, que tocaba también un caso de transgénero, se alzó con el Oscar a la Mejor Película Extranjera y el Goya, y su protagonista Daniela Vega se hizo también con varios galardones y nominaciones internacionales.
El reciente triunfo de Emilia Pérez en los Globos de Oro hablan a las claras del cambio que se ha producido en el perfil de los votantes en las más importantes premiaciones de la industria, y hay que respetarlo, al margen de subjetividades personales. Además, nada podemos a hacer para cambiarlo.
Y claro que uno puede expresar su desazón por determinadas victorias y derrotas, y criticar algunas decisiones. En lo personal yo no estuve de acuerdo con el Oscar a Mejor Película para Todo a la vez en todas partes como para CODA: los sonidos del silencio, y en el rubro de actuación para Will Smith en vez de Benedict Cumberbatch el 2022, pero es lo que decidieron los votantes, y a llorar al río.
Emilia Pérez es una experiencia sensorial, no apta quizás para todo entendimiento, pero es memorable en lo estilístico, por lo colorida y disparatada, por los trabajados números musicales de Camille, y no se puede negar que funciona. El espectador difícilmente la olvidará, y ese es uno de los logros a que aspira todo director.
Audiard ha bebido, desde mi punto de vista, de las fuentes de realizadores como Sergio Leone (en la puesta de escena vibrante donde entremezcla el melodrama con el crimen), Almodóvar (por sus referencias al feminismo y a la libertad sexual), Cuarón (no pude evitar encontrar un paralelismo entre el personaje de Adriana Paz con el de Yalitza Aparicio en Roma), Del Toro (Karla Sofía Gascón aparece como Emilia tras su transformación, y se asemejaría inicialmente, ante los ojos de Zoe Saldaña, a las criaturas de El laberinto del Fauno o La forma del agua).
Uniendo estas lecturas a la elegancia innata de los directores galos, tenemos este producto que ya es favorito a varios premios Oscar.
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