Mi resumen del 2023 empezaba expresando mi grata sorpresa por su cosecha cinematográfica a nivel internacional. Cuando lo escribí era consciente de que me faltaban por ver títulos clave como Perfect Days de Wim Wenders o Pobres criaturas de Yorgos Lanthimos, y por supuesto que de haberlos visto antes hubieran figurado entre los primeros puestos de aquella lista. Lo que no podía presagiar es que iba a seguir disfrutando de la bonanza de 2023 a lo largo del 2024: desde la imprescindible La memoria infinita de Maite Alberti hasta la valiente La piel más temida de Joel Calero, pasando por la impredecible Mi amigo robot de Pablo Berger, la jocosa Los que se quedan de Alexander Payne, o la perturbadora La zona de interés de Jonathan Glazer.
Todos estos títulos hubieran merecido reseñas positivas si hubiera tenido el tiempo necesario. Bien podría incluirlos en una revisión y ampliación de mi resumen del 2023 antes que escribir el correspondiente al 2024, un año que se ha caracterizado por un menor volumen de propuestas interesantes y sobre todo por varias decepciones incluyendo un segundo Guasón insulso, un hijo de Gladiador redundante o una Guerra Civil gringa sosa. (A estos tendría que añadir dos decepciones personales: Almodóvar y Paddington). Quise aguantar hasta la quincena de enero para ver si alguno de los recientes estrenos con aroma de Oscar me animaba a replantear mi diez favoritas pero ha sido en vano. Así que sin mayor retraso procedo a compartir una top diez en el que me complace incluir un título peruano y uno ecuatoriano, además de cuatro dirigidos por mujeres.
10. Furiosa: A Mad Max Saga, de George Miller
Si bien a nivel de taquilla ha terminado como una de las mencionadas decepciones del año, para mí esta precuela resultó ser un producto de franquicia milagrosamente peculiar. George Miller fue nuevamente capaz de convertir una civilización desértica post apocalíptica en un inesperado lienzo artesanal de colores, texturas y explosiones, y de mantener el balance entre adrenalina y drama en una trama donde el desenlace es lo de menos. Alyla Browne y Anya Taylor-Joy aquí ofrecen notables interpretaciones esencialmente físicas de la infancia y la juventud del mítico personaje originalmente encarnado por la inigualable Charlize Theron. Una historia expandida de resiliencia y redención femenina frente al patriarcado de dos villanos que bien podrían ser los futuros inmediatos de Elon y Donald.
9. Look Back, de Kiyotaka Oshiyama
La adaptación del manga de Tatsuki Fujimoto fue otra agradable sorpresa. Lo que asumí que sería una película confortable para pasar la tarde (y aprovechar una prueba gratuita de Prime Video) gradualmente se convirtió en una experiencia narrativa conmovedora y ambiciosa, incluso antes de llegar a ese insospechado giro de guion. Su diseño de animación bidimensional ya es suficientemente persuasivo, pero la historia de amistad de dos jóvenes ilustradoras también se presta para añadir otros estilos de dibujo que evidencian la riqueza de un formato infravalorado. La suya es una historia adulta que reflexiona sobre la presión laboral dentro del propio rubro de la animación en Japón y sobre la importancia de valorar a quienes queremos en el presente.
8. El 47, de Marcel Barrena
Pocas veces una película encapsula la comunión orgánica de los habitantes de un país sin tener que recurrir al nacionalismo. El 47 lo hace mediante la historia de un barrio marginal fundado por inmigrantes extremeños y andaluces que es legitimado como barrio barcelonés tras el “secuestro” de una línea de bus por parte del chofer Manolo Vital. Una historia donde unos españoles monolingües son capaces de aprender catalán y de despertar su consciencia de clase frente a la ceguera municipal y al abuso de la policía franquista. Barrena integra convincentemente la ficción y la realidad tanto en el guion como en secuencias de montaje en las que yuxtapone sus planos originales con restauradas imágenes de archivo de la “Ciudad Condal”. Una película que revalida el derecho a un transporte público accesible y eficiente.
7. Queer, de Luca Guadagnino
El segundo estreno del año del italiano se aleja de la efervescencia comercial gringa del primero para volver a la introspección artística europea más afín con su filmografía previa. El mismo equipo creativo de Desafiantes se pone al servicio de una historia más adulta y reposada pero no menos provocadora e impredecible. Quien espere sentimentalismo de esta historia queer se dará de bruces contra el humor decadente y la pasión lúgubre propias de William S. Burroughs y de la Generación Beat. Daniel Craig asume el reto de interpretar a un hombre físicamente fornido pero emocionalmente abatido que se entrega al deseo por Drew Starkey con la misma urgencia que a la ayahuasca. La meticulosa escenificación de México y Quito en los años 50 es tan espectacular como la secuencia cumbre de alucinación.
6. Eco de luz, de Misha Vallejo Prut
Tuve el encargo de reseñar Eco de luz por motivo de su estreno en el IDFA, y al hacerlo me topé con un documental honesto y cautivador. La reivindicación de la rama genealógica paterna del fotógrafo ecuatoriano Misha Vallejo Prut puede sonar como un proyecto narcisista, pero el caso de su abuela Luz, concebida a la sombra de una familia oficial, es sobradamente representativo de otras historias familiares en Latinoamérica. Vallejo Prut se vale de los archivos fotográficos y de la cámara de su ancestro negligente para reconstruir minuciosamente la historia de la identidad de su abuela y por ende la suya, además de reparar una relación distante con su padre. Demás está decir que la fotografía del documental es espléndida. Una obra “pequeña” que logra demostrar una resonancia universal.
5. Fuga, de Bénédicte Liénard y Mary Jiménez
El estreno de este híbrido narrativo-documental en el Festival de Edimburgo fue motivo de orgullo para este servidor, y es que Fuga es un formidable ejemplo del potencial de la cinematografía peruana. A nivel histórico y cultural, el largometraje reivindica la injusticia y el dolor sufridos por la comunidad trans a manos del terrorismo de Sendero Luminoso y que no han sido indemnizados por culpa de otro tipo de terrorismo: el de los prejuicios y la discrimnación persistentes de una sociedad peruana ultraconservadora. A nivel audiovisual, Liénard y Jiménez desarrollan un lienzo hipnótico pero inquietante, lleno de encuadres y movimientos precisos que resaltan el entorno amazónico sin llegar a exotizarlo. La artista Saor Sax también ofrece una personificación soberbia que rinde homenaje a todas aquellas víctimas silentes y doblemente marginadas.
4. Soy Nevenka, de Icíar Bollaín
El acoso sexual sufrido y denunciado por Nevenka Fernández en el año 2000 sacó a relucir lo peor de la sociedad española que la culpó por provocar a su jefe y verdugo, el alcalde conservador Ismael Álvarez. Veinte años después, a la luz de proclamas feministas y de condenados por violencia machista, el largometraje de Icíar Bollaín representa un ejercicio de expiación para Fernández y todas aquellas mujeres que han sufrido el mismo abuso. Sin mayores efectismos que las rigurosas actuaciones de Mireia Oriol y Urko Olazabal, esta dramatización se atreve a mostrar los momentos en los que una relación espontánea y consentida se transforma en una de tortura y esclavitud psicológica. Una película que se adhiere al clamor popular de Gisèle Pelicot para que la vergüenza cambie de género.
3. The Outrun, de Nora Fingscheidt
Inspirada en el libro homónimo autobiográfico de la periodista Amy Liptrot, este filme retrata el proceso de degradación física y emocional de una joven alcohólica en Londres y el de su posterior desintoxicación y reinvención profesional en uno de los parajes más remotos y salvajes de Escocia. Saoirse Ronan reivindica sus credenciales actorales mediante un rol comparable a una montaña rusa por la que atraviesa momentos de depresión y violencia física pasando por el éxtasis de la autorrealización y la liberación psicológica. Pocas veces un actor tiene la oportunidad de cargar todo un proyecto sobre sus hombros, y Ronan aquí nunca deja de ser convincente. La película también sirve como una carta de presentación esplendorosa a la naturaleza indomable escocesa que bien podría reemplazar cualquier publicidad turística.
2. La sustancia, de Coralie Fargeat
Que una película de terror corporal haya logrado figurar entre las favoritas para la temporada de premios es suficiente proeza de su directora y guionista Coralie Fargeat. Pero aparte de recordarnos que hay buen cine más allá del drama, La sustancia sirve como un caballo de Troya irresistible para abrir las mentes más estrechas a la crueldad que suponen el edadismo y el machismo en la industria del entretenimiento pero también en la sociedad en general. El regreso triunfal de Demi Moore es solo la cereza en el pastel deliciosamente grotesco de Fargeat que desde un inicio ansiamos que estalle como si fuese una bomba de relojería de Hitchcock. El verdadero duelo de gladiadores del año es el que aquí protagonizan Moore y su talentosa usurpadora juvenil, Margaret Qualley.
1. Anora, de Sean Baker
Más que una una Palma de Oro de Cannes, Anora es el título más irreverente, jocoso y lúcido del año. Quien haya osado compararla con Mujer bonita tendría que revisarse la cabeza, y es que la historia de Ani no es la de una mera prostituta con suerte. Mikey Madison aquí personifica el sueño americano en tiempos de Trump, tanto así que su billete a la gloria depende del hijo manganzón de un oligarca ruso. Pese a su ingenuidad e ignorancia, Sean Baker nunca anima al espectador a sentir condescendencia por Ani, una heroína que tiene menos de Marilyn y más de Chaplin en su intento por preservar la dignidad cuando todo parece perdido. El contraste entre las risas a lo largo del metraje y el silencio generado por su final estremecedor lo dice todo.
Bonus track: Largometrajes peruanos
Para finalizar, algunas menciones honrosas del cine peruano que he podido acceder desde el extranjero gracias a la magia de los screeners a los que he accedido como programador del Festival de Cine Español de Edimburgo, como autor en este espacio (gracias Laslo Rojas) y como miembro de la APRECI. Además de Fuga, me gustaría destacar a la ya mencionada La piel más temida de Joel Calero, que también tuve el orgullo de presentar en Edimburgo; la desgarradora Yana-Wara de Óscar y Tito Catacora; la entrañable Reinas de Klaudia Reynicke; la nostálgica El archivo bastardo de Marianela Vega; la reconfortante Intercontinental de Salomón Pérez, y la sensata Compartespacios de Carmen Rojas Gamarra. Ojalá que cada una de estas cintas nacionales logre superar las engorrosas barreras burocráticas de la distribución online y encuentre los espectadores globales que merecen.
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