Festival de Sundance: «La virgen de la tosquera» (2025), de Laura Casabé

la virgen de la tosquera 2025

Inspirado en los relatos de la escritora Mariana Enríquez, La virgen de la tosquera (The Virgin of the Quarry Lake, 2025) relata una coming-of-age en plena crisis nacional en la Argentina de principios de este siglo. Desde su primera secuencia, la directora Laura Casabé nos adelanta que estaremos ante un escenario violento y obsceno. Un pordiosero es humillado en plena vía pública ante la mirada entre flemática y morbosa de una vecindad y la consecuencia de esa ofensa será una suerte de karma. Aquí los personajes parecen estar “embrujados” por su coyuntura, tiempo de anarquía, ira y revanchismo.

Para vísperas del 2002, el país latinoamericano en cuestión transitaba su peor momento. Luego de establecerse una serie de medidas abusivas que atentaban contra la propiedad privada, el gobierno de turno dimitió y en consecuencia se generalizó el caos agudizándose la tasa de pobreza e inseguridad. Dicho esto, desde esa primera secuencia, La virgen de la tosquera va perfilándose como una alegoría al sentimiento de esa crisis nacional condenada por las negligencias estatales. Ahora, lo atractivo es que Casabé opta por el retrato absurdo. Hay algo de kafkiano aquí, a propósito de que estamos ante un escenario en donde un sistema gubernamental ha alterado los nervios de una sociedad a tal punto que ha deshumanizado a todo el país a su cargo. Pero lo asumo también como un relato buñueliano. El humor, lo macabro, la sátira y lo grotesco toman las riendas de esta película. 

Dolores Oliverio aparece en La virgen de la tosquera de Laura Casabé, parte de la selección oficial del Festival de Sundance 2025. (Cortesía del Instituto Sundance)

Natalia (Dolores Oliverio) está enamorada de Diego (Agustín Sosa), pero sus “avances” han comenzado a retroceder desde la llegada de Silvia (Fernanda Echeverría), una mujer mayor y frívola. Es decir, lo que bien pudo haber sido la germinación de un amor de verano para la adolescente, en su lugar se va convirtiendo en una etapa de inquietud, descontento y rabia. Pero ese no es tanto el problema. A diferencia de varios coming-of-age, en donde siempre existe un consejero que sirve de guía para un inmaduro protagonista, en la película de Casabé es nula la intervención de un sujeto responsable o que auxilie a Natalia, y esto parece replicarse en su entorno. De pronto, vamos reconociendo varios casos de inasistencia. No es gratuito que tanto Natalia como algún otro personaje sean huérfanos, únicamente acudidos por el instinto de personas ciertamente indolentes.

En ese sentido, Natalia es síntoma de esa negligencia. Su tránsito a la adultez revela una ruta cuestionable. El descubrimiento de su sexualidad, sus vínculos amicales o familiares, así como sus expectativas a futuro, son defectuosos. Y, obviamente, no se evidencia una voz madura que la corrija. Todo lo contrario, se le alienta a que empodere su estado instintivo o arcaico. Ahí están los absurdos consejos médicos que se emiten en un programa de televisión o los rituales o conjuros que parecen ser parte de una herencia. Esto es importante: es como si se afirmase que el estado primitivo es tradicional o hasta natural en esa sociedad.


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