«Hombre lobo» (2025): generaciones de monstruos


Luego del éxito de El hombre invisible (la última película que vi en el cine justo antes de que comience la pandemia de covid, dicho sea de paso), tiene sentido que la gente de Blumhouse y Universal le estén entregando todos sus monstruos al australiano Leigh Whannell (Saw, Upgrade). Luego del terrible fracaso del Dark Universe con el horroroso remake de La momia, con Tom Cruise, no creo que ambas compañías estén necesariamente tratando de crear un nuevo universo compartido de monstruos —de hecho, creo que la táctica de simplemente sacar películas centradas en dichos personajes, cada uno con un tono, narrativa y universo propio, tiene mucho más sentido. Puede que Whannell haya estado detrás de ambas producciones, pero felizmente, no hay una sola conexión entre El hombre invisible y su nueva propuesta de terror, Hombre lobo.

Ahora bien, también vale la pena aclarar que, así como utilizó el concepto del hombre invisible para desarrollar toda una metáfora sobre relaciones tóxicas y parejas abusivas, con Hombre lobo Whannell ha decidido hacer, una vez más, algo distinto con un personaje famoso. En este caso, trata a la criatura, o mejor dicho a su estado, como una infección que se transmite no solo a través de mordidas, si no también rasgaduras. Y específicamente, como una infección que se transmite de padres a hijos, relacionada a la agresividad. Súmenle a eso el que el protagonista del filme sea un padre sobreprotector que no quiere cometer los mismos errores que su propio progenitor, y Hombre lobo se convierte rápidamente en una historia sobre la familia; sobre los aciertos y errores que se van cometiendo generación tras generación, y sobre la importancia de la conexión entre padres e hijos.

Lo cual no quiere decir que la película se aleje de sus raíces de género. Hombre invisible fue muy capaz de transmitir mensajes interesantes sin dejar de ser un thriller sorprendente y tenso, y aunque esta nueva producción no tiene el mismo éxito, igual logra manejar un nivel de tensión destacable. No obstante, es ahí donde radica uno de los mayores problemas de Hombre lobo, justamente: simplemente no es igual de satisfactoria que la película anterior de Whannell. Por cada acierto comete un error, y por cada elemento narrativo interesante, nos presenta algún personaje soso o poco desarrollado. El balance general es positivo, por supuesto, pero igual sugiero que la vayan a ver con bajas expectativas, y considerando que no es buena idea compararla con El hombre invisible.

Hombre lobo comienza con un prólogo en 1995 en el que vemos a un joven Blake (Zack Chandler) cazando en el bosque con su padre, Grady (Sam Jaeger), cerca a la granja donde viven. Queda claro en aquellos momentos que Grady es un tipo duro, que no acepta ningún tipo de debilidad, y que quiere que su hijo sea algo más de lo que es. Lamentablemente, es ahí también donde se encuentran con una criatura formidable, la cual, luego de una serie de eventos muy tensos, deja una huella emocional muy profunda en Blake.

Años después, vemos que un Blake ahora adulto (Christopher Abbott) vive en Nueva York junto a su esposa, la periodista Charlotte (Julia Garner) y su pequeña hija, Ginger (Matilda Firth). Pero cuando nuestro protagonista recibe un documento y se entera de que su padre ha fallecido, decide regresar a la granja de su infancia junto a su familia para llevarse todas sus cosas y, por qué no, tomar un respiro de la gran ciudad. No obstante, las cosas se tornan raras rápidamente al llegar: primero son recibidos por un misterioso vecino, Derek (Benedict Hardie), y luego se ven involucrados en un accidente automovilístico. Heridos, Blake y compañía se ven obligados a encerrarse en la casa de su padre, donde son asediados por el hombre lobo, una criatura sedienta de sangre y obsesionada con matarlos a todos.

Lo interesante de Hombre lobo es que es una película incluso más contenida que El hombre invisible, tratando de sentirse como una experiencia claustrofóbica e intensa. La mayor parte de la historia se lleva a cabo en una sola locación —la granja de Grady y sus alrededores—, y la narrativa se concentra no solo en la presencia del hombre lobo original, que asedia a Blake y su familia, sino también en una eventual transformación. Esto último podría resultar algo decepcionante para quienes estén en busca de algo más ambicioso y grandilocuente, pero para efectos de lo que Whannell quiere lograr a nivel temático, creo que funciona bastante bien.

Porque nuevamente: el eje central de la película está en la familia. Por ende, el filme se centra en el trauma que generaría la transformación de un padre en un monstruo, especialmente en su hija. Y porqué no, se puede percibir dicha situación como una metáfora del rol de un padre en la familia; como alguien que quizás tiene buen corazón, pero que igual hereda características monstruosas de su propio padre, con las cuales tiene que batallar constantemente. Y como alguien que quiere proteger tanto a sus heredes queridos, que se puede volver agresivo y hasta violento para eso, paradójicamente causando más dolor de lo anticipado en ellos.

Es interesante lo que Whannell hace con su premisa, demostrando ser capaz de utilizar a estas criaturas como representaciones temáticas de sus propios intereses. Lamentablemente, por más de que Hombre lobo resulte fascinante en ese sentido, es en otros donde flaquea. La cinta se centra tanto en el personaje de Blake, por ejemplo, que parece dejar de lado a Charlotte, haciendo que se sienta como una presencia secundaria en la historia, y peor aún, como una madre que poco o nada tiene en común con su hija, y que no tiene nada de química con su esposo. Julia Garner ha demostrado ser una gran actriz en series como Ozark, pero acá se le ve perdida, como si estuviese contentamente tratando de encontrarle el sentido a su personaje sin poder lograrlo.

Por su parte, Christopher Abbott —uno de esos actores que aparecen en todo pero que no logran hacerse famosos— está muy bien como Blake, interpretándolo como alguien que le generó tanto rechazo a su padre, que hace todo lo posible por ser lo opuesto a él, sobreprotegiendo a su hija, y por ende, desarrollando una relación muy cercana con ella que lamentablemente opaca a la madre. Abbott resulta convincente tanto durante las escenas más íntimas y dramáticas, como en los momentos que lo obligan a comportarse, bueno, como un monstruo. Por otro lado, la joven Matilda Firth está bien como Ginger (aunque en ciertas ocaciones el personaje se comporta como una niña estereotípicamente sonsa o torpe), y Benedict Hardie destaca como el perturbador Derek, por más de que aparezca por poco tiempo.

Ahora, todo eso está bien, ¿pero qué hay de los hombres lobos en sí? Bueno, Whannell había mencionado en entrevistas que quizás algunas personas podrían quedar decepcionadas por el diseño que decidió incluir en la película, y aunque entiendo a qué se refiere, no creo que dicha advertencia haya sido necesaria. Sí, los hombres lobo lucen un poco distintos a las criaturas de las películas clásicas de hace varias décadas (o incluso a los monstruos de filmes como Un hombre lobo americano en Londres; o el remake del 2010, El hombre lobo de Joe Johnston), pero igual resultan intimidantes, creíbles y horripilantes. La criatura que al inicio acecha a la familia es particularmente verosímil (peluda, colmilluda, más monstruo que humano), pero también disfruté de la transformación gradual de Blake, quien poco a poco pasa de ser un hombre regular a un monstruo que pierde el habla y hasta deja de entender a su esposa e hija.

De hecho, Whannell utiliza un recurso interesante para transmitir de forma visual y sonora los cambios por los que Blake va pasando. Usando movimientos de cámara, cambia de perspectivas en una misma escena, dejando en claro las diferencias en percepción entre el Blake cambiante y la familia todavía humana. Cuando estamos con Blake, el mundo se ve verdoso, casi como si tuviera un filtro de visión nocturna, y el diálogo no se entiende. Y por supuesto, cuando regresamos a la perspectiva de Charlotte y Ginger, todo se ve y se escucha normal. Es un recurso eficiente que ayuda al espectador a entender cómo el mundo de Blake va cambiando, y cómo va perdiendo la habilidad para comunicarse con otras personas. Le suman a eso varias secuencias de innegable tensión, en las cuales terminé saltando varias veces, y Hombre lobo se torna en una experiencia imperfecta pero visceral.

Y creo que esa es, precisamente, la mejor manera de describir a la más reciente película de Leigh Whannell. Temáticamente es interesante, pero dichos temas no están desarrollados con la misma elegancia y fluidez que los de El hombre invisible. Y aunque me gusta la forma en que Blake es caracterizado, el hecho de que no tenga mucha química ni con su esposa ni con su hija no ayuda a que los momentos dramáticos sean tan emotivos como deberían ser. No obstante, he disfrutado de lo ambiciosa (y a la vez contenida) que es Hombre lobo, y de lo bien que aprovecha la idea de una condición monstruosa que se va contagiando como si de una infección se tratase, lo cual le permite al filme sentirse muy distinto a cualquiera de las versiones anteriores. Nuevamente: es imperfecta y puede resultar decepcionante si esperan ver algo que esté al nivel de El hombre invisible, pero igual vale la pena verla en la pantalla grande.

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