Festival de Berlín: “The Good Sister” (2025), de Sarah Miro Fischer

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Los casos de violación han abandonado la oscuridad de los juzgados para ser expuestos bajo el reflector de los medios de comunicación y convertirse en materia de interés público. Aunque esto ha permitido una mayor concientización sobre el trauma de las víctimas y la toxicidad de sus verdugos, hay un aspecto que se pasa por alto: la repercusión emocional en los familiares de los involucrados. La ópera prima de Sarah Miro Fischer se adentra en dicho contexto familiar mediante el relato de una joven cuyo hermano mayor es acusado de violación. Evocando el estilo sobrio de los hermanos Dardenne, la película aísla la conmoción en torno al propio crimen y se centra en el conflicto interno de la protagonista entre su amor como hermana y su indignación como mujer. El éxito del filme yace en una mirada íntima que no juzga y que se limita a observar el martirio que atraviesa la protagonista al no poder conciliar sus sentimientos con su integridad moral. 

El personaje de Rose (Marie Bloching) es idóneo para el propósito del filme por la fuerza de su vínculo fraternal con Sam (Anton Weil) quién le ofrece refugio y cobijo tras sufrir una ruptura sentimental. La convivencia idílica entre estos hermanos adultos se refleja en una secuencia de un paseo en el campo donde Rose termina colgada en el lomo de Sam como una niña. Por ello es comprensible que Rose nunca se molesta por los ruidos ni por la chica que sale de la habitación de Sam en medio de una noche. La protagonista ni siquiera lo increpa cuando recibe una notificación de la policía para que declare por una denuncia de violación contra su hermano. No obstante, tras prestar su declaración, Rose se verá obligada a perforar la imagen idealizada de su hermano y descubrir su monstruosidad.

El tratamiento del filme no es el de un melodrama que busque explotar la tragedia inherente a la decepción gradual de la protagonista. Miro Fischer opta por una aproximación verosímil donde los personajes van revelando sus debilidades y contradicciones entre líneas, mediante gestos o incluso con silencios. Una cámara inestable sugiere una atmósfera de incertidumbre que nunca se interrumpe con escenas de exabruptos emocionales. Marie Bloching interpreta convincentemente a un Rose ingenua y permisiva que revela matices de personalidad más oscuros hacia el final. Anton Weil hace lo propio con un Sam que desafía el estereotipo de un potencial violador, mostrándose como un hombre más bien cariñoso y vulnerable. El guion también incluye una metáfora interesante de un lavatorio en el departamento de Sam que se estropea la noche de la violación y que se vuelve imposible de reparar.

La ebullición dramática de la película se reserva para la secuencia del interrogatorio policial de Rose que sirve de catalizador moral para el resto de la trama. Aquí se percibe una tensión incremental a través de gestos de ansiedad de Marie Bloching que solo son acompañados del sonido seco de teclas que provienen del secretario de la comisaría pero que bien podrían provenir de su conciencia. La coordinación entre las intervenciones del policía que la interroga y el acercamiento de la cámara hacia Rose convierten a esta secuencia en un ejemplo formidable de cine narrativo. Además de incrementar la intriga de la trama al despertar una personalidad más compleja en la protagonista que la lleva a situaciones arriesgadas, esta secuencia tiene el potencial de hacer que más de un escéptico sobre acusaciones de violación cuestione su propia capacidad de empatía e integridad moralidad a la hora de juzgar a víctimas que, además del trauma y vergüenza personales, deben lidiar con la desconfianza y el escarmiento del resto de la sociedad.


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