Festival de Berlín: “How to Be Normal and the Oddness of the Other World” (2025), de Florian Pochlatko

how to be normal 2025

La ópera prima del austriaco Florian Pochlatko aprovecha la inestabilidad mental de su joven protagonista para desarrollar múltiples alucinaciones y alteraciones visuales que también sirven como nexos apocalípticos entre su vida familiar y el destino del planeta. Una especie de Todo en todas partes al mismo tiempo (Daniels, 2022) de menor presupuesto, que logra plasmar algunas fantasías perversas y en general la pesadilla que significa vivir en un estado alterado constante. Pese a su propuesta audiovisual atrevida y convincente, el guion del propio Pochlatko fracasa en su intento por plantear a su protagonista como una joven estereotípicamente rebelde e incomprendida, mezclando los efectos de su enfermedad con los de un dinámica familiar disfuncional y su inmadurez emocional.                 

La trama de How to Be Normal and the Oddness of the Other World gira en torno a Pia (Luisa-Céline Gaffron), una paciente de hospital psiquiátrico que se reincorpora a su vida familiar, laboral y social pese a una esquizofrenia que le hace creer que es perseguida por agentes secretos y que se imagine conversaciones imaginarias con gente conocida. Pia intenta silenciar el caos de su mente con el de una vida nocturna frenética, pero lo que realmente la tranquiliza es recuperar el interés de su ex, Joni (Felix Pöchhacker). Paralelamente tiene que lidiar con unos padres incapaces de ayudarla y que a su vez enfrentan crisis profesionales.  

La película manifiesta un estilo audiovisual tan delirante e impredecible como su protagonista, mezclando extractos de entrevistas clínicas falsas, secuencias de documentales ficticios, y hasta escenas de diálogo de una película falsa. También incluye alteraciones visuales recurrentes como cambios arbitrarios de relación de aspecto, incluso dentro de una misma escena, o falsas señales de ajuste como si la película sufriera problemas técnicos. Los diversos movimientos de cámara también contribuyen a una experimentación audiovisual que resulta atractiva por sí sola y coherente con el tono de comedia negra que inicialmente establece el filme de Pochlatko. Sin embargo, a medida que la trama revela un tono más dramático por la gravedad de la esquizofrenia de Pia, esta experimentación se vuelve desmedida y contraproducente. Aunque una perspectiva desorientada ayuda a enfatizar una condición psiquiátrica como en el caso de la excelente El padre (Florian Zeller, 2020), aquí se hace difícil distinguir dicha perspectiva de un caos audiovisual indulgente que solo parece responder a un propósito escapista. La escena final logra justificar este tratamiento excesivo pero no llega a compensar la frustración. 

El otro problema del filme es su banalización de una enfermedad mental, usándola como vehículo para adentrarnos en una distopía fantástica. Es verdad que la personalidad sarcástica y energética de la protagonista encaja con una narrativa delirante, y que la película anuncia su devenir apocalíptico mediante elementos visuales como un póster de Godzilla y un documental sobre el impacto de un asteroide en la Tierra. Pero a medida que la percepción de la realidad de Pia se deteriora también se complica la distinción de lo que es real e imaginario dentro de la película, generando una confusión más exasperante que entretenida. Su inestabilidad mental deja de ser un eje dramático y se vuelve opacada por la imprevisibilidad y la extravagancia del relato. A diferencia de Todo en todas partes al mismo tiempo, este filme ni siquiera conserva el peso emotivo de la disfunción familiar, en parte por los perfiles unidimensionales de los padres. Al margen de la notable interpretación de Luisa-Céline Gaffron para un personaje exigente, el guion hace que sea más gratificante ver a Pia caer en desgracia que verla resurgir (incluso después de esa escena final).


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