Premios Óscar: «Anora», imprevisible y disparatada comedia dramática

anora movie 2024

Agridulce, más agria que dulce. Tragicómica, más cómica que trágica. Anora es una película que logra un equilibrio exacto entre todos sus elementos dramáticos, apuntado a una búsqueda de autenticidad en el desarrollo del relato y la construcción de los personajes; estando dividida en tres partes claramente diferenciadas.

En la primera, la trama se centra en un club nocturno en New Jersey, donde trabaja Anora Mikheeva, la protagonista, aunque prefiere que la llamen Ani (Mikey Madison). Ella es una stripper y acompañante sexual que también labora como prostituta. Ahí conoce a Vanya Zakharov (Mark Eydelshteyn), un adolescente hijo de oligarcas rusos (en realidad, de origen armenio), quien lleva una vida propia, desarraigada, caótica y alejada de sus padres. El muchacho, en un giro inesperado, le propone matrimonio. 

Este es el punto de partida de la película y el contenido de la primera parte, que se alarga un poquito porque el director Sean Baker dedica tiempo a la vida dentro del night club. Su mirada es relativamente objetiva, no juzga a los personajes, evita lo sórdido, el miserabilismo y el paternalismo; en cambio, presenta este entorno como un lugar de trabajo cualquiera, con sus dinámicas laborales, las envidias menores y mayores, pero también la camaradería entre las trabajadoras y el personal. Es un espacio animado, vivaz y divertido, con sus momentos de coordinación y atención propios de un negocio. 

Anora

La protagonista es quien marca el tono de la película. Ella se comporta como una mujer ejecutiva y entretenida, viendo su trabajo como una profesión más; su principal preocupación es llegar a acuerdos económicos ventajosos por los servicios que presta. Si bien hay atisbos de sensualidad, el sexo explícito está acotado, tiende a ser frío y su desempeño es “profesional”; y, para Vanya, eficaz. La vemos también, ocasionalmente, en la vivienda que comparte con su hermana, modesta pero limpia y ordenada, cercana a las vías de un tren urbano. 

Que este trasfondo suburbano funcione se debe a que Baker ha hecho una investigación inmersiva en tales ambientes, similares a los de sus películas anteriores, que exploran espacios marginales relacionados mayormente con el sexo; como son Tangerine (2017) y The Florida Project (2017). 

Esta rutina organizativa del local y de la protagonista contrasta con el comportamiento desordenado y los periplos nocturnos, desordenados y rocambolescos, salpicados de droga y alcohol, de Vanya y su grupo de pares; en los que Ani se va gradualmente involucrando gracias a los elevados estipendios que le ofrece el mocoso millonario. Para Ani, y pese a la diferencia de edad, la relación va avanzando más allá de lo profesional con la oferta matrimonial.    

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En la segunda parte, la película toma un giro más divertido, aunque sin perder de vista los elementos difíciles y agridulces que la caracterizan, protagonizados por la aparición de unos presuntos matones armenios, afincados en Nueva York, que los padres envían para supervisar a su díscolo vástago. Aquí, la protagonista se aleona y demuestra tener un carácter fuerte y una energía impresionante para enfrentar los obstáculos que se le presentan. 

La actriz, Mikey Madison, realiza un trabajo magistral al mostrar las diferentes facetas de Ani, mostrando también sus vulnerabilidades, adaptándose a cada circunstancia con un registro que combina lo desafiante con lo demandante tanto en el plano sentimental como en el material. Esta parte es insólita y muy entretenida, aunque no exenta de momentos agrios y tristes.

A este resultado también colabora el trabajo del actor ruso Mark Eydelshteyn para dar vida al desenfrenado Vanya, cuyos excesos –sostenidos por una billetera inagotable–, se van convirtiendo gradualmente en un imán para la protagonista. Mientras que el trío de matones va evidenciando personalidades distintas, pero también limitadas. Así como Ani se siente comprometida con el muchacho, los matones lo están (o se sienten obligados) con los padres. Y, como ella, los servidores de la familia tienen sus pequeñas expectativas y ambiciones, reforzando el componente agridulce.  

En la tercera parte, con la llegada de los padres, este componente se acentúa. El punto importante de esta parte es que se va creando un paralelismo de poder; de un lado, el de los padres sobre los matones y el hijo, y, del otro, entre Vanya y Ani. Mientras que, como historia secundaria, uno de los matones, Igor (Yura Borisov, también ruso), añade un contrapeso a la carga emocional que lleva la protagonista, lo que tendrá su importancia en el desenlace. 

A pesar de las tensiones entre ellos, el final es realmente magistral y muy bien logrado. La película, en su conjunto, es una obra que se sostiene principalmente en torno al desarrollo e interacciones de los personajes, con los gélidos ambientes urbanos invernales jugando un papel apropiado para sostener la tristeza que finalmente los embargará. 

Uno de los mayores logros de la película es su imprevisibilidad. Aunque cuando se presenta el planteamiento inicial se podría suponer cuál podría la conclusión, lo cierto es que los giros argumentales suceden de manera inesperada y nunca estamos seguros hacia dónde irá la cinta, ya que entran en juego elementos de cuentos de hadas, drama y comedia disparatada; pero todo ello de manera lógica desde un punto de vista dramático, manteniendo al espectador intrigado hasta el mismo final. Película altamente recomendable.


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