Premios Óscar: «La única mujer de la orquesta» (2024), de Molly O’Brien


Ya es bastante fuerte tocar tu instrumento y mantener el ritmo en medio de una gran orquesta sinfónica, confiesa la protagonista de La única mujer de la orquesta. Pero, además, ¿qué se sintió ser la primera mujer –una entre 107 músicos– en ser contratada a tiempo completo por la Orquesta Filarmónica de Nueva York? 

Es el caso de Orin O’Brien, protagonista del cortometraje documental ganador del Oscar este año y dirigido por Molly O’Brien, sobrina y única pariente de la también primera contrabajista de una de las principales orquestas del mundo.   

Ocurrió en 1966, época en la que la presencia de mujeres en las orquestas era prácticamente nula. Hoy, este hecho no llama la atención porque la participación femenina ha aumentado significativamente en esta área de la música clásica. Pero en aquellos años, fue toda una noticia su contratación por el famoso director Leonard Bernstein, quien destacó su preparación, atención y memoria para interpretar todas sus partes en obras de concierto. 

Es un documental corto (dura 35 minutos) y, en gran medida, una conversación íntima con la protagonista, acompañada por episodios de su vida cotidiana, la relación con sus alumnos, el trato con sus instrumentos, su jubilación de la orquesta y el reencuentro con algunos de sus antiguos colegas.

A la vez, es una obra sustancial pues muestra los avances que las mujeres han logrado desde entonces en un ámbito tradicionalmente dominado por varones, como la música clásica, especialmente en las orquestas; aunque todavía menos en la dirección orquestal. Pese a que siempre ha habido (y hay) mujeres solistas y grandes virtuosas en diversos instrumentos, el acceso a las grandes orquestas les estaba vedado. Incluso, el documental menciona declaraciones del famoso (y por entonces joven) director Zubin Mehta diciendo que las orquestas no eran lugar para mujeres. 

Mediante el comentario de recortes de prensa de la época, se sugiere el doble esfuerzo que las mujeres debían hacer para demostrar que estaban a la altura de las exigencias de un mundo musical dominado por hombre. Esos recortes, que entonces pretendían ser chistosos hoy suenan claramente discriminatorios y hasta tontos, lo que refleja el cambio de época. Al mismo tiempo que evidencian una cierta resistencia y actitudes condescendientes hacia la contrabajista, lo que ella rechazaba.

Orin O’Brien, quien tiene cerca de 90 años, aparece lúcida y sorprendentemente activa en el documental. Su vida estuvo marcada por su herencia artística: es hija de George O’Brien, un galán del cine clásico estadounidense (protagonizó Sunrise, de Murnau), y Marguerite Churchill, una destacada actriz de Hollywood. Debido a la vida itinerante de sus padres, Orin creció en un ambiente desarraigado, cambiando constantemente de colegio, ciudad y amistades. Sin embargo, ella veía esto como algo positivo, ya que sus padres, inmersos en el mundo del cine, le permitieron seguir su propio camino.

De otro lado, ella reaccionó a esta inestabilidad de dos maneras: primero, descartó la búsqueda constante de reconocimiento que caracterizaba a sus padres, prefiriendo tocar en grupo antes que ser solista. Segundo, eligió un instrumento que no era el más popular en una orquesta, el contrabajo; aunque tiene un papel fundamental, en el sentido de ser muchas veces la base sonora de los demás grupos orquestales en las grandes piezas del reportorio.

Al mismo tiempo, evitó la figuración y la sigue evitando hasta el presente, por lo que objetó las afirmaciones de su sobrina, quien la ve como un modelo de vida a seguir, afirmando que nunca buscó ser líder, sino –más bien– estar en un segundo plano; inmersa y segura dentro de su sección en la orquesta. Todo esto, posiblemente, por su deseo de una estabilidad que no tuvo en su infancia y juventud, debido a las características de la relación con sus padres, quienes se divorciaron.

Lo cierto es que ella siempre fue independiente, lo que resaltó su sobrina. No se casó ni tuvo hijos, pero –según dice– trataba a sus alumnos como si lo fueran y a sus instrumentos como a sus mascotas. Una parte dolorosa, para ella, fue la separación de su colección de contrabajos y un piano Steinway de muchos años. Igualmente conmovedores resultaron sus comentarios sobre los instrumentos, como fascinante su visita a una tienda especializada en el contrabajo.

El documental no solo explora aspectos humanos y emotivos, como la jubilación de Orin, sino que también explica cómo encontró en la música una forma de ordenar sus emociones, lo que le sirvió de apoyo en sus relaciones personales y profesionales; consejo válido para cualquier otra persona.

En suma, La única mujer de la orquesta es un documental breve pero sustancial, que muestra la riqueza de una vida entregada al arte musical e ilustra la autonomía de la mujer. Vale la pena conocerlo.

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Una publicación compartida por Juan José Beteta Herrera (@betetaherrera)


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