Stephen King es un reconocido y muy prolífico novelista estadounidense, cuyas obras han sido llevadas a la pantalla grande con notable éxito a lo largo de décadas. Títulos como La niebla, Creepshow, Miseria, Carrie, El resplandor, The Green Mile, y tantas otras, son adaptaciones cinematográficas de gran suceso desde mediados de los años 70 hasta la fecha.
Recientemente se ha estrenado El mono, basada en un cuento publicado en 1980. La cinta ha sido realizada por el guionista y director Osgood Perkins (hijo del actor Anthony Perkins), que ocasionalmente también ha trabajado como actor. Cuenta en su reparto con Theo James en el doble papel de dos hermanos gemelos distanciados desde niños, Tatiana Maslany, Elijah Wood, Colin O’Brien, Christian Convery, Adam Scott y el propio Perkins.
El mono tiene el toque King, que ha distinguido tanto a sus publicaciones como a las versiones para la pantalla grande o la TV basadas en ellas. Aquí nos presenta a un objeto o situación cotidiana que de pronto se convierte en elemento de terror, en fuente de angustia para quienes tienen relación con él.

En este caso el objeto maldito es el juguete de un simio con un tambor, al que golpea con unas baquetas cuando se le da cuerda, y alguien cercano fallece en forma horrenda. En la obra original son unos platillos que hace sonar al aplaudir, pero Disney patentó al mono con ese instrumento para Toy Story 3, obligando a un cambio en el guion.
Para quien escribe, esta es una adaptación que esperaba por años. Cuando leí el cuento a fines de los años 80, me impactó muchísimo. Una frase de la obra ha sido recurrente durante décadas en mi vida: “Hay cosas que es mejor perderlas que encontrarlas”. Y es que Stephen King no solo narra una historia de terror, sino que explora las implicaciones psicológicas del regresar con la mente a un pasado que siempre tiene efectos traumáticos, en mayor o menor medida, en todos nosotros.
Esta dimensión, muy lograda en otras adaptaciones, falla un poco en El mono de Perkins. Si bien queda claro desde un inicio que el juguete es una personificación del mal que atormenta a quien lo posee sin una razón, los personajes no están delineados muy bien, aunque los efectos dramáticos de la primera mitad de la película sí están bien logrados. Es en la segunda parte donde afloran los problemas.
Si bien se nota el respeto por la obra del escritor, el film finalmente carece de ambición y termina pareciéndose a alguna de las secuelas de Destino final. El ritmo sufre variaciones, se notan las costuras para tratar de darle cohesión a la historia, y el resultado es un tanto grotesco aunque no exento de sentido del humor.
En resumen es una pasable película de terror del tipo Longlegs (aunque sea más lograda esta última) pero que deja un sinsabor al salir de la sala de cine, y uno se pregunta si no hubiera sido mejor distribuirla vía plataformas de streaming, porque está como para pasar el rato con amigos ante una pantalla de TV. Películas de terror en el cine, las de mis tiempos.
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