“Un completo desconocido” (2024): la exaltación, mas no exploración, del ícono


Supongo que esto es algo que debo dejar en claro desde el inicio y es el hecho de que nunca he sido el más grande fan de Bob Dylan. Eso no quiere decir que no me guste, sino que simplemente nunca me he terminado de adentrar del todo en su aparentemente compleja mitología, donde uno podría encontrar etapas muy diferentes a lo largo de su carrera, todas estas atravesadas por una potencia lírica que incluso lo hizo merecedor de un Premio Nobel. He escuchado sus hits, y el conocimiento que tengo de quién puede ser Bob -porque al parecer hablar de hechos en su caso no es muy sencillo- lo tengo por el cine gracias al documental Don’t Look Back y a la ficción I’m Not There. Dicho esto, mi interés por ver un nuevo filme biográfico sobre Dylan no recae precisamente en la admiración hacia su figura, sino en lo que un director como James Mangold podía hacer y, en ese sentido, diría que cumple con lo justo y necesario. 

Similar a sus películas recientes como Contra lo imposible (Ford v Ferrari) o Indiana Jones y el Dial del Destino (Indiana Jones and the Dial of Destiny), el cineasta -quien no es ajeno a retratar la vida de músicos- aborda a Bob Dylan (Timothée Chalamet) en un periodo de su carrera donde el tiempo, y el peso que tiene este en el entorno, es clave. El tiempo y el lugar eran los ideales y siendo este un periodo donde la música folk, gracias a los acelerados cambios que vivía la sociedad, se estaba estancando, tenía que ser alguien que se mueva fuera de los márgenes el ideal para llevar todo a un nuevo nivel. He ahí que Dylan entra de manera intempestiva en escena, careciendo de algún origen en particular – Mangold ni se molesta en darle uno mediante flashbacks– para expresar sus ideas de una forma tan única mediante su música que no quedaba mayor opción que escucharlo y leer entre líneas para tener al menos cierta noción de quién puede ser.

He ahí lo fascinante de la cinta. Una vez más vemos a un director que, cumpliendo con otro deber que le asigna Hollywood, expresa su visión como autor respecto al paso del tiempo y cómo el arte, si bien debe evolucionar, no puede hacerlo sin olvidar de dónde viene, porque de nada sirve cambiarlo todo si aquello con lo que uno inició queda completamente borrado. El viaje de Dylan se basa en esto, ya que así como fue esa bocanada de aire fresco al folk, al mismo tiempo sabía que debía cambiarlo, aunque no lo quiera, y es ese dilema lo que lo abruma. Mangold representa ese martirio mediante una puesta en escena que encierra constantemente a Dylan cuando canta, usando planos abiertos muy de vez en cuando y cuando lo hace, suele hacerlo con él estando de espaldas, siendo como este gran eclipse que cubre tanto a quienes están detrás de él como a sus contemporáneos. 

Eso último me da pie a mencionar a los personajes. El vínculo que hay entre Dylan y Pete Seeger (Edward Norton) recuerda al de Ken Miles y Carroll Shelby en Contra lo imposible, siendo el segundo alguien apegado a lo ya establecido, pero es el primero, a quien poco le importa seguir las reglas, el que sabe muy bien que un nuevo camino debe trazarse, que en este caso sería el de empuñar la guitarra eléctrica. De ahí vendrían las dos mujeres que fueron importantes en ese momento para Dylan, que son Sylvie y Joan Baez (interpretadas por Elle Fanning y Monica Barbaro, respectivamente), con ambas siendo las dos caras de una misma moneda que vale la pena mencionar a detalle a continuación.

A la primera la veo tomando el rol del espectador, quedándose con una visión más idealizada del músico, ya que al no entender su mundo, piensa que puede conocerlo cuando es imposible seguirle el ritmo. Por otro lado, está la visión de otra artista, con la capacidad de comprenderlo y cuestionarlo si es necesario, funcionando como ese contrapeso ante una figura arrolladora a la que solo se ama o se odia. Por último, y no menos importante, está Woody Guthrie, la figura con la que el relato inicia y cierra, fungiendo el rol de los ideales de Dylan, como ese cable a tierra que invita a seguir adelante sin nunca perder la autenticidad, aprendiendo que el único capaz de tomar el volante de la vida es uno mismo. 

Lamentablemente, aunque la película tiene elementos para ver mucho más allá de lo evidente, como dije al inicio, esta solo cumple con lo justo y necesario. Es verdad que uno encuentra estas lecturas sobre la puesta en escena o lo que el guion puede expresar más allá de la vida de Bob Dylan, pero, personalmente, no termino de abrazar del todo su figura y el interés que tengo hacia él acaba siendo exactamente el mismo al que tuve previo a verla. Cuando vi Johnny & June: pasión y locura (Walk The Line), película hecha por Mangold sobre Johnny Cash, mi interés por la vida y obra del músico se intensificó considerablemente, cosa que acá no sentí. Será quizá porque sé que la vida de Dylan es lo suficientemente fascinante como para ser vista más allá del lente clásico del director, el cual no es malo en lo absoluto. Sin embargo, para igual dar lo mejor de sí, me parece que un acercamiento menos ortodoxo como el de Todd Haynes resulta más apropiado. 

Esa es, al menos en un primer acercamiento, la impresión que me deja Un completo desconocido (A Complete Unknown). Es una película muy bien hecha, la cual mira con mucho respeto el legado de un músico al que la fama le tomó por sorpresa y tener el peso de toda una revolución artística en sus hombros fue un martirio del que salió, dentro de todo, victorioso. Cualquier reparo personal que tenga, si bien no me hace amarla, no quita que igual la aprecie por lo que representa en la filmografía de su director y en lo que yo suelo apreciar en una película.

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