El cine de Steven Soderbergh está en constante cambio en cuanto a estilo, temática, formato y géneros. Desde su debut como director con Sex, Lies and Videotape (1989), su constancia como director se ha mantenido entre siglos, tanto con cintas célebres como accidentadas, con el deseo de contar y ofrecer su perspectiva sobre historias y personajes conocidos, así como relatos más pequeños, pero con ese mismo ímpetu de narrar a través del cine. En esta oportunidad, Soderbergh explora el cine de espías en Código negro (Black Bag, 2025) con una mirada peculiar sobre los vínculos entre agentes secretos.
En el film, un grupo de espías comienza a dudar sobre la confianza que se tienen, a raíz de la filtración de un programa informático secreto llamado «Severus» en la organización donde trabajan. George Woodhouse (Michael Fassbender), miembro estelar de la agencia junto a su esposa Kathryn St. Jean (Cate Blanchett) comienza una cacería entre sus colegas, cada par en una relación sentimental, para encontrar al traidor, al tiempo que aparecen diversas pistas incluyendo una que indicaría a la propia pareja de George como una notoria sospechosa en esta investigación.

Para comentar sobre esta película es necesario hablar de cómo se han abarcado los vínculos entre parejas en este siglo en el cine rodeado de infidelidades, relaciones abiertas y la proliferación del poliamor. Películas como Challengers, Past Lives o Deep Water escapan de la concepción ‘monótona’ de una relación y juegan con esta idea. Soderbergh es consciente de esto en Black Bag donde muestra cómo las parejas de su historia manejan la relación y la sexualidad, con varios de sus personajes actuando guiados por un instinto pasional.
Hace unos días un amigo me recordó cómo en la filosofía el ser humano está regido -de acuerdo a Aristóteles- por un equilibrio entre el eros (el deseo) y el logos (la razón). Son justamente estos conceptos los que mueven a la película a través de su dúo principal, protagonizado por Cate Blanchett y Michael Fassbender, lo cual se ve reflejado en su trabajo como espías. Tanto en la intimidad como en lo público sus decisiones son llevadas a través de un rápido proceso donde el instinto no logra imperar frente a la lógica, casi como una respuesta automatizada en sus personalidades que les ha permitido llevar un matrimonio seguro durante estos años.

Y es durante este matrimonio que la pareja sufre dos problemas dentro del problema mayor que es este conflicto de espías: el estancamiento de una relación a causa de la monotonía, y la desconfianza que surge a raíz de los secretos que aparecen. Lo interesante de Black Bag es cómo ese matrimonio, sólido en apariencia, se ve tensionado no solo por la lógica interna del vínculo, sino por el universo en el que ambos se mueven: el espionaje. Ser espía implica vivir entre capas de mentira, asumir identidades falsas, ocultar información crucial incluso a quienes se ama. Y si bien Blanchett y Fassbender han sabido construir una relación que sobrevive gracias a una estructura casi mecánica de decisiones racionales y acuerdos tácitos, la película los enfrenta a un escenario donde esa maquinaria empieza a fallar. La rutina del amor y del trabajo se ve interrumpida por una misión más peligrosa de lo habitual, con implicancias personales que trastocan el equilibrio emocional de ambos. Soderbergh maneja este conflicto interno y externo a la par que se entrecruzan de una manera retorcida, incluso con una mirada que podría considerarse conservadora, pero efectiva para sobrellevar estos problemas maritales dentro de un juego que les permite revivir las llamas de su amor.
La trama de espías en Black Bag funciona como espejo y catalizador. Lo que parece un conflicto internacional —intercambio de información clasificada, traiciones dentro de la agencia, dobles agentes, misiones en Europa del Este— es también un campo de batalla íntimo. A medida que se desenmaraña el caso que deben resolver, los protagonistas descubren que están atrapados en una red donde lo profesional y lo personal se confunden peligrosamente. Lo que deberían mantener en secreto por seguridad nacional se mezcla con lo que deciden callar por temor a dañar al otro. La narrativa juega así con un doble suspenso: el del caso que deben resolver, y el de la relación que están a punto de perder.
Dentro de un contexto cinematográfico de narrativas del amor lleno de engaños o relaciones alternativas, Steven Soderbergh toma un subgénero clásico como las películas de espías y juega con ello para nuevamente poner en la mesa los valores de una relación monógama en contrarrespuesta a aquellas nuevas narrativas del amor.

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