[Crítica] “Pecadores” (2025): música, sexo y vampiros en los años 30


Sabíamos gracias a producciones como Fruitvale Station o las películas de Pantera Negra que Ryan Coogler es un cineasta eficiente y creativo, pero ni siquiera aquellas cintas nos hubieran podido preparar para algo como Pecadores (Sinners, 2025). Lo que tenemos acá es una historia narrada de la forma más emocional y visualmente impactante posible, centrada en un gripo de personajes que tienen que lidiar con vampiros en un contexto que raramente vemos representado de esta forma en el cine comercial estadounidense. Aprovechando al máximo los talentos de Michael B. Jordan, Pecadores funciona como un drama, un thriller, una película de suspenso sangriento, y hasta un comentario sobre la situación social (y racial) del sur de los Estados Unidos a inicios del siglo pasado.

Pecadores comienza in medias res, mostrándonos a un malherido Sammie Moore (Miles Caton) entrando a la iglesia de su padre en Misisipi, guitarra en mano y ropa ensangrentada. Luego de eso, regresamos al día anterior para centrarnos en los hermanos Smokestack; Smoke y Stack (ambos interpretados por Michael B. Jordan) acaban de regresar a su pueblo natal luego de, supuestamente, haber trabajado con Al Capone en Chicago, y están empecinados a utilizar toda la plata que han ganado para abrir una suerte de taberna o club en un ex granero que le compran a un hombre blanco. Puede que la esclavitud haya sido abolida en buena parte de Estados Unidos, pero en el contexto en el que se lleva a cabo este film, todavía existen las leyes de segregación, así como mucha gente blanca perteneciente al Ku Klux Klan.

Es gracias a su retorno, entonces, que los gemelos se encuentran con su primito Sammie Moore, quien está obsesionado con el blues, y quiere convertirse en músico. Es por eso que lo contratan para que cante en la inauguración del club, que se llevará a cabo esa misma noche. De hecho, los hermanos comienzan a reclutar a todo tipo de gente para que formen parte de dicha fiesta: un viejo músico llamado Delta Slim (Delroy Lindo), la dueña de una bodega en el pueblo llamada Grace Chow (Li Jun Li), una cantante que parece estar interesada en Sammie llamada Pearline (Jayme Lawson) y hasta una suerte de ‘seguridad VIP’ de la época que se encargará de cuidar la entrada del local, llamado Cornbread (Omar Miller).

Todo parece estar saliendo bien una vez que la noche cae y el club abre por primera vez. Hay mucho alcohol, mucha música y mucha diversión. Incluso llega la ex enamorada de uno de los gemelos, una chica blanca de abuelo afroamericano llamada Mary (Hailee Steinfeld). Pero es justo cuando todo parece estar funcionando tal y como los gemelos se habían imaginado, que llega un grupo de gente blanca con malas intenciones, liderado por Remmick (Jack O’Connell). No solamente son racistas y potencialmente miembros del Klan, sino que también son vampiros sedientos de sangre. ¿Su objetivo? Morder y convertir a todos los asistentes de la fiesta, pero más importante, atrapar a Sammie, que resulta es un músico tan pero tan puro, que es capaz de abrir un portal al Más Allá, y traer al mundo espíritus del pasado y el futuro.

Lo interesante de Pecadores es que, al menos durante la primera media hora, no parece ser una historia de género. Si una sabe de antemano de qué va o si es que ha visto los tráilers, estará anticipando ansiosamente la llegada de los vampiros, pero si uno no ha visto nada del material promocional, se llevará toda una sorpresa cuando la narrativa finalmente toma un giro sangriento y fantástico. Eso, contrario a lo que uno podría pensar, funciona perfectamente, ya que ayuda a desarrollar una sensación de comodidad falsa que le permite al espectador conocer muy bien a los personajes centrales, y por ende, preocuparse a sobremanera una vez que las criaturas de la noche llegan para matar a medio mundo. Y lo mejor es que, por más de que el primer acto se enfoque mucho en los personajes y sus interacciones, nunca llega a aburrir, más bien sintiéndose como un drama criminal efectivo y intrigante.

Consideren, sino, el arco de los gemelos Smokestack. Uno de ellos regresa para verse después de tiempo con su ex esposa, la bruja Annie (Wunmi Mosaku), de quien se separó luego de la muerte de la bebé que tuvieron juntos, a quien espera poder ver en el cielo algún día. Y el otro tiene que aprender a separarse de su hermano, con quien siempre había trabajado en equipo y congeniado, casi como si fuese la otra mitad de su propia alma. Michael B. Jordan está simplemente fantástico como ambos personajes, desarrollándolos e interpretándolos como seres humanos muy distintos el uno del otro, uno siendo más arrogante y violento, y el otro un poco más calmado e intelectual. Uno incluso llega a olvidarse de que está viendo a un solo actor interpretar a dos personajes distintos, lo cual justifica que hayan usado a Jordan en vez de gemelos reales.

Ayuda, también, que los efectos visuales sean realmente perfectos. Uno jamás duda de que Smoke y Stack son diferentes personas, a pesar de que, claramente, se tuvieron que usar todo tipo de técnicas digitales para duplicar de forma verosímil a Jordan, incluso haciendo que puedan interactuar en un mismo plano (lo cual, dicho sea de paso, es muy difícil de hacer). Por otro lado, disfruté mucho haber visto Pecadores en una sala IMAX -la única que tenemos en Perú- ya que algunas de sus secuencias fueron grabadas con cámaras de dicho formato. Esto resulta en momentos en que la pantalla cambia de proporción; la mayor parte de la película está grabada en una proporción panorámica, pero cada vez que pasamos a una escena grabada con cámaras IMAX, la imagen se amplia por arriba y por abajo. La sensación que esto causa, de anticipación y escala, es simplemente espectacular.

En general, Pecadores es un filme que luce muy bien; la directora de fotografía Autumn Durald Arkapaw (Loki, Pantera Negra: Wakanda por siempre) le inyecta mucha textura a la imagen, aprovechando al máximo las sombras en la que los vampiros se esconden, así como las que le otorgan volumen y carácter al rostro de sus personajes. Las locaciones reales donde fue grabada la cinta son aprovechadas al máximo para desarrollar una atmósfera palpable de calor, y el trabajo de diseño de vestuario y maquillaje ayudan a que uno se inmersa al cien por ciento en un espacio y momento muy específicos. Pecadores es de las películas más atractivas que haya visto en un buen tiempo, tanto así que cuenta con, por los menos, dos secuencias que me dejaron con la boca abierta, haciendo que me sienta en una euforia que muy pocas veces he experimentado en el cine.

Eso se debe, también, a la banda sonora del maestro Ludwig Göransson. La música es un componente importante del film; muchos de los personajes —incluyendo a uno de los protagonistas, Sammie— son músicos, y parte del concepto es que el primo de los gemelos Smokestack es capaz de revivir espíritus de diferentes épocas con el blues que canta y toca. Por ende, la mayor parte de la banda sonora pertenece a este género musical, lo cual le otorga un estilo muy particular a la película, incluso cuando se mete ya de lleno en el género del terror o el suspenso sobrenatural. Me encanta, además, cómo mezcla melodías más tradicionales de los años treinta con instrumentalización más contemporánea, especialmente guitarras eléctricas y hasta otros sonidos electrónicos. Así como la parte visual es impresionante, es en lo musical donde Pecadores también logra sobresalir.

Al final, todo lo mencionado anteriormente contribuye a desarrollar una atmósfera densa, así como una narrativa centrada en personajes con arcos muy bien desarrollados, que además se enfrentan a un contexto de discriminación y racismo. Finalmente, lo que los gemelos buscan es libertad; un tipo de libertad aparte de la literal (es decir, el poder escapar de la esclavitud), que tiene que ver con la acumulación de dinero, la euforia y la diversión. Pero también buscan conexión; conexión con sus ex mujeres, con la gente a la que han perdido, y hasta con los amigos que tuvieron que dejar atrás cuando se fueron a Chicago. Sí, tanto Smoke como Stack son gángsters y criminales, pero Coogler los humaniza lo suficiente como para que uno entienda sus costumbres violentas. No las justifica, pero sí las explica de forma clara, permitiéndole al espectador empatizar con ellos (y por supuesto, con Sammie también).

Mucho había escuchado y leído sobre Pecadores, y para mi grata sorpresa, el producto final logró superar todas mis expectativas. Es una cinta extraordinaria que logra mezclar diferentes géneros —el drama histórico, el thriller, el cine de vampiros— para desarrollar una historia impactante y emocionalmente potente, que además se siente inesperadamente madura (ya era hora de que el “cine cachondo” regrese en el contexto de un blockbuster millonario; no me esperaba tantas referencias al sexo oral). Pecadores demuestra que Ryan Coogler ha madurado mucho como cineasta en los últimos años y que, al darle todas las herramientas y recursos que necesita, es capaz de entregarnos historias inesperadamente originales y muy entretenidas. Es de lo mejor que he visto en lo que va del año, y estoy seguro terminará siendo parte de mi Top 10 del 2025.

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