La sensación de querer y realizar lo imposible por proteger lo que amas nace del instinto más genuino del ser humano. Esta surge no solo en los momentos más prósperos, sino también en aquellos en los que se pone en juego la vida, demostrando una humanidad honesta en las personas. Este tipo de sentimientos es lo que logra captar el francés Michel Hazanavicius, director ganador del Óscar por El artista, en su nueva película: La carga más preciada, donde se aleja del humor y la fantasía que caracterizan su cine para quedarse solo con dos emociones: el amor y la esperanza.
En esta cinta animada, seguimos a una señora que vive en el campo con su esposo, alejados de la violencia de la Segunda Guerra Mundial, mientras intentan recomponer sus vidas al no poder concebir un hijo, hasta que un bebé, lanzado desde los trenes que se dirigen a los campos de concentración, es encontrado por ella. Entonces comienza a florecer algo como el amor dentro de un contexto tan oscuro como la guerra, mientras la madre adoptiva debe esconder a su nueva hija de la hostilidad de sus tiempos.

Algo que captura en todo momento La carga más preciada es cómo, a pesar de la resignación y la tristeza en que viven sus personajes, estos encuentran la voluntad de amar y velar por la figura eje de la cinta: la bebé, sobreviviente del holocausto judío, que desde el momento en que escapa del destino de su pueblo, desencadena una seguidilla de acciones de quienes se cruzan en su camino, dispuestos a sacrificarse por su bien. A través de los padres adoptivos y un cazador sobreviviente de la guerra, nace el interés de sacrificarse por alguien a quien nunca han conocido, pero sienten que deben cuidar su vida, aún si eso significa perderlo todo.
A la par de este retrato de esperanza, Hazanavicius encuentra una humanidad oculta dentro del odio, retratada de una manera onírica y densa, mostrando la crueldad perpetrada por el hombre durante los tiempos del Holocausto. Representa, entre siluetas y rostros en lamento animados, la piel de las víctimas y su dolor, sobre todo mediante el personaje del padre de la bebé. En él se encarna la carga de las consecuencias de la guerra y la búsqueda por sobrevivir, con la esperanza de reencontrarse con su hija en un futuro cercano.
Algo que quizás le cuesta a la película es buscar el balance entre este paralelismo entre el contexto del holocausto con el del viaje de la niña. Hay por momentos excesos de desesperanza visual, que subrayan lo que fue la guerra para la comunidad judía y que luego se yuxtaponen con la supervivencia de la bebé, que funcionan en otra tonalidad como si fueran viñetas separadas. Además, existe un desarrollo psicológico del papá adoptivo que resulta de lo más complejo de la cinta, la carga mental sobre quiénes son los verdaderos villanos en esta guerra, que se queda a medio camino por seguir la historia principal.
La carga más preciada podría ser vista como una especie de antítesis de lo que fue hace unos años Zona de interés de Jonathan Glazer. Desde el otro lado, ya no hay una mirada inhumana y nihilista del horror, sino la búsqueda de un pequeño resquicio dentro de la miseria donde aún puede albergarse algo de bondad y esperanza en algunas personas. Para Michel Hazanavicius, si hay algo que puede mover al ser humano hacia el bien y hacerlo constante en un mundo tan violento, es el amor, y nada más.
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