Eduardo Mendoza nos entrega su cuarto largometraje que supera a sus anteriores películas en el acabado técnico. La dirección de arte y la fotografía son los factores que más aportan a Bolero de noche, sin embargo, no son suficientes para concretar una historia de atmósferas verosímiles, que nos permita creernos por completo un romance concebido por la gracia del diablo.
Trovador es un aburrido oficinista que pasa el día sellando sobres. Su escape y pasión es el bolero. Ante la falta de inspiración para escribir uno, recibe la mano amiga del diablo y un trato para encontrar inspiración. Algo así como el trato de los músicos bluseros de Crossroads. A Trovador le llega la oportunidad de amar y sufrir con la llegada de Gitana, una musa de espíritu libre que lo guiará a su bolero inmortal.
La película se disfruta por el clima cálido del bolero, por esos planos usados para presentarnos con delicadeza a un grupo de gente que vive detenida en el tiempo, que viste a la antigua y que escucha música en rocola. Cualquiera hubiera pensado que Bolero de noche es una película de época. Pero no. Irrumpe luego Vanessa Terkes en una fiesta electrónica. Irrumpe un camión de basura en Chorrillos. Irrumpe la fantasía de la mano del Coco (o el Diablo).
¿Cuál es el problema? Bolero de noche parte de una gran idea: Entregarse a una pasión, y esta pasión está representada tanto por el bolero como por el amor. Pero faltó darle equilibrio a cada una de las atmósferas planteadas, ya que no terminan de cuajar. La historia de amor entre Trovador y Gitana es el punto más débil. La relación de ambos está centrada en lo físico, y aunque Gitana hace gentiles intentos de brindarle inspiración a su pareja, no hay un clímax sentimental en donde quedemos convencidos de ver a una pareja enamorada. Esto es importante, porque debemos ver destrozado el corazón del personaje de Giovanni Ciccia para que pueda emanar su espíritu creador. Hay sólo un atisbo de ello, quizá porque las actuaciones de la pareja son las que no llegan a convencer.
El guión debió desarrollar más el interior de Trovador. El tratamiento que le da el filme es superficial, y no puede explicarse la vida de un personaje sólo porque su habitación está llena de radios viejos y goteras. No se desarrolla por completo la motivación de un personaje al que no vemos sufrir. Es por ello que la frase de Teddy Guzmán queda muy grande para toda la historia: “Para escribir un bolero hay que amar primero, para sufrir después”. En realidad, la idea en general de la película es muy grande para lo que hizo el elenco actoral. El papel de Leonardo Torres como el Diablo (o el Coco), es caricaturesco y su teatralidad al hablar es comparable a esa pomposa y ceremonial voz de Teddy Guzmán. Por otro lado, todavía sigo preguntándome qué significó Marco Zunino en su personaje de travesti. Bien pudo no haber estado y no cambiaba nada en la historia.
A pesar de todo, es rescatable la musicalización que se da en toda la película. Buena opción la de elegir a «Los Morunos», sin embargo hay un quiebre de música electrónica en la secuencia de imágenes que explican el desarrollo de la relación de Trovador y Gitana. Si se quiso dar a entender que Gitana es la simbolización de la modernidad en la vida de Trovador, debió buscarse otro recurso, ya que la música electrónica queda fuera de lugar en comparación con todo el ritmo que se plantea desde un principio.
Bolero de noche es una película que se deja ver porque el ritmo del bolero y la melancolía de sus letras han tocado a todos alguna vez. Así lo explican las miradas de todos aquellos personajes que concurren al bar de La Barona, en donde brota la nostalgia, los recuerdos de quienes no olvidan, las heridas que nunca sanaron. Pero no hay una historia que comprometa al espectador; no hay sentimientos que estén al nivel de la historia que cuenta un bolero cualquiera.
Trovador se queda sin alma, sin un corazón capaz de amar, pero eso sólo es una línea en el guión. Las imágenes previas de Bolero de noche no están a la altura de su final. Trovador se deja llevar por las letras pequeñas de su trato con el diablo, pero yo como espectador, no me dejé llevar por una historia a la que le faltó lo mismo que buscaba su protagonista: inspiración.
Dir. Eduardo Mendoza | 95 mins. | Perú
Intérpretes: Giovanni Ciccia, Vanessa Terkes, Leonardo Torres Vilar, Teddy Guzmán, Maya Zapata
Estreno en Perú: 15 de setiembre de 2011.
Deja una respuesta