Festival de Venecia 2015: Crítica de «Interruption» de Yorgos Zois (Grecia)


El 23 de Octubre del 2002, 50 hombres armados invadieron un teatro en Moscú. En los primeros minutos, la audiencia estuvo fascinada por el inesperado evento y no entendían si esto formaba parte del espectáculo o no.
Este es el punto de partida de Interruption, primer largometraje del director griego Yorgos Zois quien ya había cautivado a los espectadores de Venecia con su cortometraje Casus Belli llevándose varios premios internacionales importantes en festivales como Rotterdam o Clermont Ferrand.

Como ya nos tiene acostumbrados el cine griego en películas más actuales como «Dogtooth» (Giorgos Lanthimos) o «Miss Violence» (Alexandros Avranas), Yorgos Zois también busca reflejar una crudeza visual en “Interruption” a partir de la creación de personajes bastante atípicos y un acercamiento hacia el cuerpo en situaciones eróticas bastante fuertes.

A partir de la presentación de una adaptación teatral postmoderna, una tragedia clásica griega en un teatro en Atenas, Zois nos relata un juego entre realidad y ficción propia del cine más clásico de Angelopoulos quién, en términos narrativos, tiende a difuminar las líneas que separan los hechos de la fantasía, la verdad de la falsedad o el pasado del presente.

Somos espectadores, entonces, de un grupo de jóvenes que ha subido al escenario, vestidos de negro, con armas y que invitan al público a formar parte de la obra. El juego se reanuda cuando algunos hombres y mujeres aceptan subir convirtiéndose todo ello en un espectáculo gradual del cual no será sencillo poder escapar.

El cine de Zois suele acercarse más a películas como La Mirada de Ulises, La eternidad y un día o «Eleni», películas donde se muestra una conciencia melancólica de la capacidad humana para la crueldad, la violencia, la avaricia y la negligencia. Pero hay un tema importante en la puesta de Zois y es el poder que tiene el arte para manipular mentes, pero que está por debajo de un poder más grande que es el sistema político y la ideología.

El director crea una historia muy auténtica y nos hacer formar parte del mismo, tomando decisiones acerca de las acciones de algunos personajes y moviéndonos, con cautela, en esa delgada línea entre la vida y el arte, la lógica y el absurdo. Resulta interesante esa búsqueda por crear una continuidad espacial a partir del lenguaje audiovisual en el que los planos generales, la iluminación y el diseño sonoro de la sala de teatro se extiendan hacia los asientos de las salas del cine. Como el mismo director describe, la vida imita al arte, y no viceversa.


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