[Crítica] «El cuento de las comadrejas», de Juan José Campanella


Tres artistas jubilados. Dos jóvenes —y hambrientos— agentes de bienes raíces. Una mansión en la campiña argentina. Parecen ser los ingredientes perfectos para un buen thriller, y al ser utilizados por el popular Juan José Campanella (“El secreto de sus ojos”), ciertamente lo son. Desgraciadamente, considerando el nivel al que nos tiene acostumbrados el célebre cineasta argentino, uno no puede evitar sentirse algo decepcionado por “El cuento de las comadrejas”. Se trata de una cinta que trata de manejar diversos tonos y contar demasiadas historias en paralelo, por lo que termina sintiéndose algo inflada, incluso demasiado ingeniosa para su propio bien. No se trata de una pérdida de tiempo ni mucho menos —Campanella es demasiado talentoso como para llegar eso—, pero un producto final con menos relleno hubiese resultado en una experiencia bastante más satisfactoria.

Mara Ordaz (Graciela Borges) fue una de las actrices más famosas del cine argentino… pero ya no más. Hoy en día, es una anciana que convive junto a su esposo, el también ex actor e inválido Pedro de Córdova (Luis Brandoni), a su ex director, Norberto Imbert (Oscar Martínez), y su ex guionista, Martín Saravia (Marcos Mundstock) en una mansión en medio del campo. Ella insiste en vivir en el pasado, recreando ceremonias de premiación y viendo sus antiguas películas en una sala de proyección, mientras que ellos se dedican a jugar billas, tomar whisky y matar comadrejas con una vieja escopeta. Se pelean entre ellos todo el tiempo, y en general, mantienen una caótica convivencia.

El status quo cambiará con la llegada de los jóvenes agente de bienes raíces mencionados líneas arriba. A pesar de arribar, supuestamente, con buenas intenciones, los viejos no se demoran en darse cuenta que tanto la brillante —y malévola— Bárbara (Clara Lago) como el encantador Francisco (Nicolás Francella, la viva imagen de su padre) están más interesados en la casa que en sus —supuestamente— famosos habitantes. Es así que comienza un juego de poderes y manipulaciones, en el que los jóvenes tratan de convencer a los viejos —y especialmente a Mara— de venderles las casa, y los ex artistas tratan de conservar lo poco que les queda su antigua (y más lujosa) vida.

Se trata de una premisa que podría resultar en un thriller más bien convencional, pero siendo Campanella el director y coguionista, “El cuento de las comadrejas” termina teniendo más matices y momentos de inesperado suspenso. La relación entre Mara y sus tres acompañantes masculinos es la columna vertebral de la película. Con su esposo tiene una relación tumultuosa, la cual varía entre el amor pasional y el odio más profundo; a Norberto le tiene un gran resentimiento debido a la manera en que la dirigía de joven en sus películas, y algo similar siente hacia Martín. Se trata de un grupo de protagonistas conflictivos, a veces hasta odiosos, demasiado ingeniosos quizá, pero siempre interesantes. En el papel, podrían sentirse como caricaturas andantes, arquetipos del mundo del cine clásico, pero son interpretados con aplomo por sus respectivos actores.

Previsiblemente, quien resalta más es Graciela Borges, quien convierte a Mara en una figura algo patética, pero respetable. Uno llega a entender por qué está tratando de revivir el pasado —consideren los eventos trágicos por los que ha tenido que pasar—, y por ende, también llega a darse cuenta cómo es que Francisco llega a manipularla, utilizando sus debilidades para cumplir sus objetivos. Borges le otorga mucha humanidad a Mara, no necesariamente transformándola en un personaje que merezca el respeto del público, pero sí en una fascinante representación del egoísmo y la vanidad, mezclados con un poco de amor y odio, y talento artístico. No me sorprendería el enterarme que tanto el personaje de Mara como la interpretación de Borges estén basados en una persona real (aunque me imagino que nunca revelarían su nombre).

El resto del reparto también da interpretaciones sólidas. Oscar Martínez destaca como Norberto, un director inteligente, siempre sospechando de los dos jóvenes que los visitan con frecuencia en la mansión. Marcos Mundstock, al interpretar a Martín, un guionista, tiene la mayor parte de metacomentarios, en los que compara a su propia vida con la estructura narrativa de una película (“este sería el final, con un lento fundido a negro”, comenta, mientras la película, efectivamente, funde a negro). Luis Brandon interpreta a Pedro como un tipo triste, resignado; Clara Lago es eléctrica como Bárbara, y como Francisco, se nota desde el primer momento que Nicolás Francella ha heredado tanto el rostro como el carisma de su padre.

Sí, las actuaciones son suficientemente buenas como para justificar el precio de la entrada, pero felizmente, Campanella también hace lo suyo. “El cuento de las comadrejas” es un filme extremadamente estilizado, el cual hace un frecuente uso de planos aberrantes durante los momentos más tensos, una excelente dirección de arte para contarnos mucho sobre los personajes a través del lugar en donde viven, y una dirección de fotografía que aprovecha muy bien los tonos cálidos y las sombras profundas para darle una sensación de melancolía a la historia. Puede que el producto final tenga algunos defectos, pero ninguno se encuentra en el acabado visual y técnico de “El cuento de las comadrejas”.

No obstante, sí vale la pena mencionar que la cinta trata de hacer demasiado, por lo que termina sintiéndose algo sobrecargada. No solo tenemos los conflictos internos de Mara, si no también su (trágica) historia de trasfondo, sus interacciones con los demás habitantes de la casa, los intereses propios de Bárbara y Francisco, la historia de las esposas de Norberto y Martín, y los hobbies artísticos de Pedro. Todo se junta durante el tercer acto, y de manera bastante ingeniosa, debo admitirlo, pero a la vez, hace que el segundo acto en particular se arrastre, incluyendo escenas que, en el momento, parece ser de relleno, y no hacen más que retrasar el eventual enfrentamiento entre los viejos artistas y los jóvenes estafadores. Un editor más implacable nos hubiese entregado una película más corta y concisa… pero el editor de “El cuento de las comadrejas” es el mismo Campanella, por lo que me imagino que no hubo muchas segundas opiniones.

“El cuento de las comadrejas” es un thriller cumplidor, salpicado con momentos de humor negro bastante efectivo, y metacomentarios por parte de uno de los personajes principales. Todas las actuaciones son de un gran nivel, y la estilizada dirección por parte de Campanella sirve para otorgarle una identidad muy propia al filme, y para transmitir algunos temas sobre la obsesión con el pasado, y el ocultamiento de secretos, de manera poco sutil, pero eficaz. “El cuento de las comadrejas” se ve muy bien y entretiene gracias a sus sorprendentes giros narrativos y excelentes interpretaciones, pero no pude evitar sentir que pudo ser mejor; más ágil, menos pesada durante su segundo acto, y menos obsesionada con ser ingeniosa, engañando tanto al espectador, como a una buena parte de sus protagonistas.


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