[Entrevista] «Utama», Gran Premio del Jurado en Sundance 2022

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La película boliviana «Utama» (2022), dirigida por el debutante Alejandro Loayza Grisi, compitió con éxito en el reciente Festival de Sundance donde tuvo su estreno mundial, alzándose el Gran Premio del Jurado en la sección World Cinema Dramatic. Esta es la segunda producción boliviana en competir en el popular festival de Utah, EE UU, previamente lo hizo «Zona sur» (2009) de Juan Carlos Valdivia.

«Utama», una coproducción entre Bolivia, Uruguay y Francia, recibió el premio con estas palabras de parte del jurado: «Un retrato íntimo y tierno, de una familia que lucha por mantener su estilo de vida tradicional, encontrando resiliencia frente a la pérdida, este primer largometraje bellamente filmado pone en relieve los efectos del cambio climático en las poblaciones indígenas de América del Sur».

La película se desarrolla en el altiplano boliviano. Ahí una pareja de ancianos quechuas lleva años viviendo la misma vida cotidiana. Durante una sequía inusualmente larga, la pareja, Virginio y su esposa Sisa, se enfrenta a un dilema: resistir o ser derrotados por el entorno y el propio tiempo.

Alejandro Loayza Grisi (La Paz, 1985) empezó su carrera artística en la fotografía fija, y luego entró al mundo del cine a través de la cinematografía. Como director de fotografía ha trabajado en la serie documental «Planeta Bolivia», y en varios cortometrajes. A partir de estas experiencias es que se aventura en escribir y dirigir su primer largo «Utama». Conversamos a continuación con el director:

Alejandro, ¿desde cuándo venías trabajando en «Utama»? ¿Puedes contarnos cómo se origina tu interés en esta historia?

«Utama» nace a mediadios de 2017. Nació como muchas películas con una simple oración y lo que yo quería era contar una historia de amor muy pura en que lo único que necesitaban eran el uno al otro. Después la historia fue creciendo y mi interés por el altiplano la trasladaron ahí donde en una serie de viajes que hice filmando documentales, alimentaron el contexto específico de la historia. 

¿Cómo llegaste a la pareja protagónica? Sabemos que son no actores y costó convencerlos. ¿Cómo fue el trabajo de dirección con ellos?

La pareja protagónica es un regalo para la película. Los vimos mientras hacíamos un viaje en búsqueda de locaciones. No estaban interesados en actuar, pero igual les pedí tomarles una foto y las usamos como referencia para el casting. No había nadie mejor que ellos, así que intentamos un par de veces más y con la ayuda de su sobrino Estanislao los convencimos. Finalmente se animaron y comenzamos a trabajar en los ensayos. Son personas muy comprometidas y generosas, así que se entregaron a todo el proceso con confianza ciega. Ensayamos bastante y lo hacíamos siempre en el orden de la película, para que vayan internalizando la historia a profundidad y entiendan el estado emocional de cada escena que después íbamos a filmar en desorden. En las mañanas trabajan con Freddy Chipana, un actor importante en Bolivia, que les enseñó algunos trucos y técnicas de actuación, hacían ejercicios de improvisación, posturas, respiración, entonación, etc. Y en las tardes trabajaban conmigo todas las escenas de la película. Santos, que interpreta a Clever también fue muy importante en todo el proceso, él tenía algo más de experiencia y fue muy generoso con ellos apoyándolos en todo momento y sobre todo generando muy buen ambiente de trabajo. La verdad es que nos divertimos mucho y eso es lo principal. 

Siendo fotógrafo de formación, ¿cómo fue tu trabajo con la uruguaya Bárbara Álvarez? ¿Cómo la elegiste a ella para este apartado? ¿Consideraste en algún momento ser tú también el director de fotografía?

El trabajo con Bárbara fue magnífico de inicio a fin. Nos entendimos muy bien y sobre todo veíamos la misma película en nuestras cabezas. También compartimos el mismo método de trabajo y eso facilita siempre todo. También entendió bien la necesidad actoral y trabajó para que la cámara esté al servicio de ellos. Elegirla no fue difícil, es una de las mejores en el continente y seguramente en el mundo. Federico Moreira, el productor uruguayo la sugirió y a ella le gustó el guion, así que todo fluyó bien. En algún momento, si no ganábamos algunos fondos, estábamos determinados a hacerla con menos presupuesto igual. En ese contexto hubiera hecho yo la foto, pero creo que es mucho trabajo para una sola persona.

La región donde filmaste «Utama», ¿ya la conocías por tu trabajo previo en «Planeta Bolivia»?

La región la conocimos por un viaje junto a Conservación Internacional, también filmando y haciendo fotos documentales. Es una región quechua en el municipio de Colcha K, en Potosí. Un lugar de gente maravillosa. El idioma que usan los protagonistas es quechua.

(De izq. a der.) Alejandro Loayza, director, con sus actores: Santos Choque, Luisa Quispe y José Calcina.
(Foto: Ignacio Loayza)

Tu experiencia viene del documental, y «Utama» tiene claramente una aproximación más realista. ¿Cómo ves tú esa línea difusa que suele separar el cine de ficción del documental? ¿Te interesa moverte entre ambos géneros?

El documental es hermoso sobre todo en su proceso. Es de mucho enriquecimiento intelectual y emocional. Creo que en un país como Bolivia que es tan diverso, poder viajar filmando documental fue esencial en mi vida y en mi comprensión de país y de mis compatriotas. En ese sentido, mientras pueda seguiré viajando para filmar documental y tengo muchas ganas de poder hacer uno más de autor, ya que hasta ahora fueron todos por encargo y en realidad yo aún no dirigí nunca un documental, siempre fui como fotógrafo, lo cual me permitió experimentar mucho en composición y narrativa con la cámara. Creo que la línea es muy difusa, porque al final se trata de hacer cine y contar historias. Sin embargo el proceso es muy distinto, la ficción tiene mucho más control en el rodaje, pero es más limitada en el montaje y también requiere mucho más preparación en el guion, mientras que el documental se puede (y quizá se debe) ir escribiendo mientras filmas y mientras montas. Es mucho más mezclado.

Aquí recientemente se estrenó la película puneña «Wiñaypacha», que entusiasmó mucho tanto al público como a la crítica. Al conocer sobre «Utama», las comparaciones con «Wiñaypacha» se nos hacían inevitables, al tener una premisa narrativa con varias similitudes. ¿Tú conoces esta película, la pudiste ver? Y en todo caso, ¿qué películas u obras en general tuviste como referencia al realizar «Utama»?

Sí, conozco la película y pude verla en el Festival de Cine Radical, en La Paz. Cuando salió y leí la sinopsis, «Utama» ya existía y me asusté mucho de que existan muchas similitudes. Afortunadamente es una película que dialoga y que está emparentada, pero es muy diferente en muchos sentidos. En todo caso la película me gustó mucho y tuve la suerte de verla en pantalla grande. En cuanto a las referencias, creo que uno las va acumulando en el subconsciente y alforan sin darse cuenta al crear. Para «Utama» yo había hecho un moodboard con diferentes fotografías y fotogramas. Recuerdo que había algunas fotos de Sebastián Salgao y fotogramas de Win Wenders. En cuanto a películas no sé si serían referentes, pero sí estuve estudiando «Ida» de Pawel Pawlikowski y «Nubes pasajeras» de Kaurismaki, «La mujer de arena» de Hiroshi Teshigahara y «Paris, Texas» de Win Wenders.

Tu película recorrió en su desarrollo varios talleres y fondos internacionales. ¿Cómo te sirvieron todos esos aportes externos para ir construyendo tu película, sin que pierda su esencia?

Pienso que los talleres y laboratorios son un espacio imprescindible en la industria del cine, compartir la historia con gente diferente es muy útil porque cada uno te va dando su ángulo y sus opiniones y es como ir mejorando un chiste o cuento cada vez que lo cuentas. Lo que sí es muy importante tener siempre la certeza de que nadie va a saber más de tu película que tú mismo, ni de tus personajes, entonces los consejos que te dan son justamente eso, consejos, que uno puede recibir o descartar. Por eso suelen ser más útiles las preguntas que las afirmaciones en espacios como esos. Me fueron extremadamente útiles en especial para ir entendiendo también a la industria y cómo se mueven los proyectos, debo mencionar que sin haber asistido al Produire au Sud en Nantes, quizá la película no hubiera existido. Creo que también es importante mantenerte siempre fiel a la esencia y por eso es bueno volver a las primeras versiones de guion o incluso de sinopsis que tenías y a la carta de intención del director que pienso es muy útil escribir al iniciar un proyecto para recordarte las razones por las que quieres contar esa historia y qué historia quieres contar. 

Rodaje de «Utama» (Foto: Ignacio Loayza)

Un tema que suele aparecer en ocasiones como esta es preguntarnos por el interés de estos festivales internacionales hacia nuestro cine, qué imágenes o tipos de historias esperan ver. Si es que son historias de culturas indígenas, en contextos de pobreza, violencia o baja calidad de vida. ¿Cómo trabajaste tú para evitar dar una mirada exotizante o paternalista, sin dejar de mostrar la realidad que se vive en estas regiones?

Pienso que cuando una persona entra al cine o abre un libro, esperan que se les cuente una buena historia. Y desde el otro lado el que la cuenta, también hace su mejor esfuerzo para contar una historia orginal, cautivante y memorable. Si uno hace las cosas con honestidad y buenas intenciones, creo que el resultado lo reflejará. Como autor es muy difícil esconder tu pensamiento, entonces de alguna manera las obras son el reflejo de tu forma de entender el mundo.

«Utama» es la segunda película boliviana en competir en Sundance. Recientemente «El gran movimiento» logró ser premiado en Venecia. ¿Cómo encuentras el estado actual del cine boliviano? ¿Hay ya una nueva generación de realizadores que puede darle un nuevo impulso a su cine nacional?

Creo que es un muy buen momento del cine boliviano, estamos ante una nueva ola de grandes directores y productores que están haciendo bien las cosas y aún tenemos a anteriores generaciones activas. Sin embargo ante la carente política de apoyo estatal, esto puede ser anecdótico. Bolivia sigue sin ningún fondo de fomento al cine, «Utama» y todas las películas que le son contemporáneas, se beneficiaron de un fondo que apenas duró unos meses y ahora está extinto. Ese fondo es el mejor ejemplo que el apoyo estatal da resultados y buenos. Espero que nos acompañen las autoridades en este nuevo impulso que puede ser importante para nuestro país.

Si bien vives un momento expectante ahora con «Utama», ¿en qué nuevos proyectos estás trabajando a continuación? ¿Algo que nos puedas adelantar?

Sí, con Alma Films y La Mayor estamos trabajando en una nueva película de mi padre, se llama “Los abrazos» y estamos en la etapa de financiación. Por otro lado yo estoy trabajando con un guionista argentino llamado José Supera en “El chico del rayo”, un hermoso proyecto para filmar entre la frontera de Perú y Bolivia. Finalmente tengo un guion nuevo que estoy preparando para las convocatorias de este año. Se llama «Chovoré». En todas el productor es mi hermano Santiago Loayza Grisi.

Entrevista realizada por Laslo Rojas, el 1 de febrero del 2022, vía email.


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