[Netflix] “Windfall”, cómo ser efectivo con poco

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Recuerdo que una de las primeras películas hechas durante la pandemia fue Malcolm & Marie (Sam Levinson, 2021), en la que el reparto estaba únicamente compuesto por dos actores en una sola locación. Aquel elenco reducido en el mismo escenario durante toda la producción era un precedente de una característica propia de los tiempos que transitaban, por lo menos si es que hablamos de cine de autor. En Windfall, reciente estreno de Netflix dirigido por Charlie McDowell (The Discovery), reconocemos también la condición propia de cinta rodada durante la pandemia por los escasos personajes que intervienen en la trama en un único espacio. Es más, son tan pocos los personajes que ni siquiera requieren tener nombre propio asignado.

El largometraje abre con un ladrón que en los créditos está descrito como Nadie (Jason Segel) y que irrumpe en la casa de vacaciones de una pareja multimillonaria en California. Mientras el robo ocurre, el matrimonio conformado por un CEO (Jesse Plemons) y su esposa (Lily Collins) llega al recinto, lo que obliga al ladrón a tomarlos como rehenes y pedir una cantidad de dinero considerable para que pueda iniciar una vida en un nuevo lugar. Sin embargo, el CEO, luego de hacer algunas llamadas, solo consigue que el dinero en efectivo pueda llegar hasta su casa al día siguiente. Esto obligará a los tres personajes a convivir durante un día y algo más, provocando una situación tan inusual como enigmática.

Si bien Windfall tiene las condiciones de ser catalogada como película rodada en pandemia -por las características previamente repasadas-, lo cierto es que Charlie McDowell (hijo del recordado actor que interpretó a Alex DeLarge en La naranja mecánica) se acerca al estilo que le conocimos en su debut como director en el Festival de Sundance con The One I Love (2014), cuya trama giraba en torno a una pareja de esposos que decide pasar un fin de semana en una casa en la que viven personajes exactamente igual a ellos en apariencia. El elenco en el que solo teníamos a tres actores y la historia que se desarrollaba en un solo lugar sería suficiente coincidencia con su reciente cinta, si no fuera porque en ambas también explora las desavenencias en la convivencia marital.

Aquella estructura y tópico recurrente es apoyado, esta vez, por un tercer personaje -el de Segel- que es gatillador del desarrollo de las emociones y dilemas. Posiblemente no sean los diálogos el gran atractivo de esta cinta, pero la sincronía que maneja el trío de actores es envidiable y construye eficientemente los caprichosos rumbos que Windfall pretende seguir. Es que mientras el diseño de producción y la edición de la apertura apenas nos ilusionan con presentarnos un largometraje que se incline por el cine inspirado en Hitchcock, el suspenso nunca llega ser lo suficientemente impetuoso para siquiera referenciarlo. Por el contrario, nos desviamos hacia una comedia de risa calmada en la que las conductas de los personajes se tornan impredecibles, pero que no caen fuera de lugar. De hecho, son estos comportamientos los que logran captar la atención y sostener el peso de la película.

Sin que haya el suficiente caos para generar una situación disparatada, el argumento se vuelca sobre las interacciones pacíficas de los tres, mientras amaga con ser una crítica metonímica a la sociedad, pero la abstracta definición de intenciones tampoco puede terminar de forjar un escenario propicio para aquellas pretensiones y si en todo caso lo aborda, la metáfora termina siendo muy confusa y poco efectiva. La aparición de un cuarto personaje logra acelerar el ritmo de la película y es allí cuando finalmente se torna conveniente no esperar nada más de Windfall que un giro sorprendente para su tercer acto.

Puede ser decepcionante haber estado esperando algo más de una película que finalmente solo pretende ser interesante de manera arbitraria, procurando siempre retrasar su desenlace. Sin embargo, no es trabajo complicado mirar con optimismo a Windfall, quien tiene entre sus fortalezas la dinámica de sus tres actores principales, un acertado manejo de la fotografía y un bello escenario en el que sucede toda la acción. Ello, sumado al hecho de que la historia no se vuelve pesada a pesar de su ritmo lento, la convierten en un producto que deja un buen sabor de boca, aunque su falta de audacia tampoco me permitiría decir que es una maravilla que sea recordada por mucho tiempo.

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